VICTOR MANUEL GUZMAN VILLENA
La verdadera
paz puede hallarse incluso en el corazón de una tormenta, que a pesar de las adversidades, la persona que permanece firme en encontrase a sí mismo puede vivir en su verdadera calma. Por el contrario puede hallarse sólo en un desierto, con la única compañía del crepúsculo y el vasto silencio de la paz de la naturaleza, y obstante puede ser devorado por los vientos de los temores, el miedo, las pasiones que le conducirán inevitablemente al encadenamiento de sus ataduras, borrando en su corazón la bondad amorosa y la paz interna.
La naturaleza si es observada a la ligera, puede aparece cruel y codiciosa, que derrama la sangre de los animales más débiles; pero fijándonos en los sencillos hechos que mu
y pocas personas han reparado. En el mundo hay más corderos que leones. No es por casualidad. La naturaleza no es algo ciego o disparatado. La naturaleza es acción y no desperdicio material. No comete errores en su creación. ¿No nos sorprende que en el crisol de las fuerzas de la naturaleza, el león ha perdido la partida ante el cordero en la lucha por su existencia. Tampoco explica que el ser humano se ponga de parte de la gacela. De hecho el ser humano empezó su carrera de matarife, matando primero a esta dócil criatura.
El humano mata más gacelas que leones. No es el hombre el que condena al león, sino la naturaleza. Reflexionando comprobaremos que la naturaleza no puede conceder una fuerza concreta en di
recciones opuestas a la misma criatura. El león es un gran luchador pero procrea muy lentamente. Toda la fortaleza de su maravilloso cuerpo está enfocada en la lucha. Tener crías le debilita y resulta un incidente en su vida. Por su parte la gacela no es un luchador y por lo tanto es débil. Pero la gacela no gasta energía luchando y por ello procrea mejor. La naturaleza reconoce que al crear al león cometió un error y corrige ese error. El león y el resto de los animales cuyo instinto es matar están desapareciendo, mientras que los animales pacíficos siguen aumentando su población.
No existen excepciones a esta sentencia de extinción pronunciada por las l
eyes inmutables de la naturaleza contra todos los seres que depredan. La naturaleza se rige conforme a una equidad eterna y, por la propia ley del universo. El luchador está inmerso en una batalla perdida. Siempre ha sido así y siempre será así, tanto que se trata de un animal como del hombre, en la selva o la ciudad, ahora y siempre, el león p
ierde. Pierde cuando gana. Muere cuando mata. Por la propia naturaleza de las cosas, cuando
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