El conocimiento es la esfera de la mente material o discernidora de los hechos. La verdad es el dominio del intelecto espiritualmente dotado que está consciente de conocer a Dios. El conocimiento se puede demostrar; la verdad se experimenta. El conocimiento es una posesión de la mente; la verdad una experiencia del alma, del yo en progresión. El conocimiento es una función del nivel no espiritual; la verdad es una fase del nivel mental-espiritual de los universos. El ojo de la mente material percibe un mundo de conocimiento sobre los hechos; el ojo del intelecto espiritualizado discierne un mundo de valores verdaderos. Estos dos puntos de vista, sincronizados y armonizados, revelan el mundo de la realidad, en el cual la sabiduría interpreta los fenómenos del universo en términos de la experiencia personal progresiva.
El error (el mal) es el castigo de la imperfección. Las cualidades de imperfección o los hechos de una falsa adaptación se revelan en el nivel material mediante la observación crítica y el análisis científico; en el nivel moral, por la experiencia humana. La presencia del mal constituye la prueba de las imprecisiones de la mente y de la falta de madurez del yo evolutivo. El mal es, por lo tanto, también una medida de la imperfección en la interpretación del universo. La posibilidad de cometer errores es inherente a la adquisición de la sabiduría, el esquema de progreso desde lo parcial y lo temporal a lo completo y lo eterno, desde lo relativo e imperfecto a lo final y perfeccionado. El error es la sombra del estado relativo de lo incompleto, que necesariamente debe caer sobre la senda ascendente universal del hombre hacia la perfección del Paraíso. El error (el mal) no es una cualidad real en el universo; es simplemente la observación de una relatividad en el hecho de que la imperfección de lo finito y los niveles ascendentes del Supremo y el Último están relacionados.
Aunque Jesús dijo todo esto al joven en el idioma más apropiado para su comprensión, al fin de la exposición Ganid tenía los párpados pesados y pronto cayó presa del sueño. A la mañana siguiente se levantaron temprano para subir al barco rumbo a Lasea en la isla de Creta. Pero antes de embarcarse, el mancebo aún tenía otras preguntas por hacer acerca del mal, a las cuales Jesús replicó:
El mal es un concepto de la relatividad. Surge de la observación de las imperfecciones que aparecen en la sombra proyectada por un universo finito de cosas y seres a medida que tal cosmos oscurece la luz viviente de la expresión universal de las realidades eternas del Único Infinito.
El mal potencial es inherente al estado necesariamente incompleto de la revelación de Dios como expresión espacio-temporalmente limitada de la infinitud y la eternidad. El hecho de lo parcial en presencia de lo completo constituye la relatividad de la realidad, crea la necesidad de la elección intelectual, y establece niveles de valor de reconocimiento y respuesta espiritual. El concepto incompleto y finito del Infinito mantenido por la mente temporal y limitada de la criatura es, en sí mismo y por sí mismo, mal potencial. Pero el error cada vez mas amplio de la deficiencia injustificada en una rectificación espiritual razonable de estas desarmonías intelectuales e insuficiencias espirituales originalmente inherentes, equivale a la realización del mal actual, es decir, el mal ya no potencial.
Todos los conceptos estáticos, muertos, son potencialmente malignos. La sombra finita de la verdad relativa y viviente está en continuo movimiento. Los conceptos estáticos invariablemente atrasan la ciencia, la política, la sociedad y la religión. Los conceptos estáticos pueden representar cierto conocimiento, pero les falta sabiduría y están desprovistos de verdad. Pero no permitas que el concepto de relatividad tanto te desoriente que no puedas reconocer la coordinación del universo bajo la guía de la mente cósmica, y su control estabilizado por la energía y el espíritu del Supremo.
LU 1434