El amor que Dios ha puesto en nuestros corazones
no hace acepción de personas,
es un amor dirigido a todos.
Pero este amor tiene una medida:
amar al prójimo como a sí mismos.
Poner al prójimo a nuestro mismo nivel.
Esto hay que tomarlo al pie de la letra.
El amor cristiano no es el del mundo,
donde a menudo se ama porque se es amado...
El amor cristiano es el primero en amar,
no espera a ser amado.
Como Jesús, que murió en la cruz por nosotros.
Fue quien primero dio la vida por nosotros.
Este es el grandioso arte de amar:
Amar a todos.
Amar como a sí mismos.
Ser los primeros en amar.
Pero, hay un modo típico y práctico para poner en práctica este amor:
es "hacerse uno" con el prójimo.
Sufrir con quien sufre,
No admite discriminaciones
entre el simpático o el antipático,
el instruido o el ignorante,
el amigo o el enemigo...
Hay que amar a todos.