Los 8 poderes (I)
Cuando empezamos a explorar nuestra identidad espiritual, se hacen disponibles para nosotros 8 formas de poder. Ser consciente de estos poderes es especialmente útil en tiempos de dificultad, cuando necesitamos mantener nuestra fortaleza interna y plenitud de recursos.
El primer poder es el poder de introvertirse, la habilidad de transformar los patrones de pensamientos inútiles en un estado más alto de consciencia. Nos permite “retraernos” de la negatividad – interior así como exterior – capacitándonos a responder y no simplemente reaccionar ante las personas y situaciones que nos rodean.
El segundo poder es parecido al primero, pero más relacionado con los sentimientos y las emociones. Con este poder – el poder de fundir – podemos ver fácilmente los sentimientos no tan espirituales que todavía albergamos en nuestro corazón. Aprendemos a permitir que esos sentimientos indignos se disuelvan en la luz y el amor de Dios. Esto los transforma, dejándonos sentimientos de compasión, no importa cuál sea la situación o el comportamiento de los demás.
Cuando estos dos poderes empiezan a funcionar para nosotros, nuestra cabeza y nuestro corazón se hacen más sanos. Ésta es la base para los dos siguientes poderes, los poderes de tolerar y acomodar.
Cuando la tolerancia empieza a operar como un poder, son las personas que nos rodean las que lo notan. Nosotros mismos apenas somos conscientes de ello. Una imagen que se utiliza para este poder es un árbol frutal que inclina sus ramas llenas de frutos hacia unos niños que le lanzan piedras a fin de que caigan esos frutos. La tolerancia como poder funciona de la misma forma. No nos afectan las piedras que nos tiran. Permanecemos sin afectarnos y, sin hacer esfuerzos, seguimos dando nuestros “frutos” – los pensamientos y sentimientos sanos que vienen de nuestra benevolencia innata.
Un río es inusual que se mueva en línea recta desde su origen hasta llegar al mar. Un río se amolda y fluye, se acomoda a las particularidades del terreno por el que se desplaza. Y sin embargo, lo hace sin perder su dirección, siempre orientado hacia su destino final. De la misma forma, el cuarto poder – acomodar – nos permite fluir con la vida, tomarnos con calma los giros y los cambios, sin perder nunca nuestro foco ni comprometer nuestra meta.