Así como la Luna Nueva marca el tiempo de los nuevos comienzos de
Rededicación y Reconsagración a los más elevados ideales a los que uno
pueda aspirar, así la Luna Llena marca el tiempo de Realización, Logro y
Cumplimiento, las tres palabras que expresan su tónica espiritual. Y
como el Bautismo que generalmente se observaba en época de Luna
Nueva como la ceremonia de rededicación y reconsagración del Ego a
eso, lo más elevado en el hombre, el Dios Interior, así también la
profundización de la realización, la exaltación del logro espiritual, y la
gloria del sublime cumplimiento están todos incluidos en el hermoso
ceremonial de la Fiesta del Amor Místico o Eucaristía, que en los
Templos de Misterio se celebraba en la noche de Luna Llena.
El elevado logro del Misterio de la Eucaristía no puede ser adquirido en
unos pocos meses, o años, sino que requiere un espacio de muchas
vidas. Sin embargo un goce anticipado de esa gloria toca la conciencia
de cada sincero aspirante, dondequiera que él se encuentre en la Senda,
pero humildemente. Participar del Rito de Cumplimiento significa que la
personalidad ha llegado a ser el siervo obediente, en todo momento, de
las inspiraciones del Espíritu. Significa que ha ganado la suprema
conquista, la de sí mismo. En la Vida de Dante esto había sido superado
cuando llegó a la cima del Monte del Purgatorio, y Virgilio, su maestro y
guía espiritual, le dijo: “¡Con la corona y la mitra te nombro soberano de
ti mismo!” Y volviendo a la Biblia, ese supremo Libro de la Vida,
hallamos entre sus más importantes personajes a aquellos quienes han
alcanzado este elevado sitial de desarrollo.
En el décimo-quinto capítulo del Éxodo, Moisés entrega su triunfal canto
de completa conquista de si mismo. El declara “El señor es mi fortaleza,
y mi cantar. El Señor es mi salvación. A causa de Él he triunfado”. En
estas palabras él describe su milagroso paso a través del Mar Rojo.
Esotéricamente se le llama, con toda propiedad, Rojo a este mar porque
simboliza el color Marcial de la pasión física a la que está sujeta la
naturaleza emocional. Los ejércitos del Faraón, quienes perseguían a los
israelitas y quienes fueron tragados y ahogados por las aguas del Mar
Rojo, representan a aquellos quienes no han vencido sus tendencias
emocionales inferiores y por consiguiente son tragados por las aguas de
la pasión y el deseo. Moisés y los israelitas, en cambio, representan a
aquellos quienes han dominado su naturaleza inferior. Para ellos los
fluidos emocionales retroceden y caminan con los pies secos hacia las
gloriosas vistas de la Tierra Prometida. Por la conquista de sí mismo
cada obstáculo que pudiera entorpecer el camino a la propia maestría y
la Iluminación con seguridad será removido.
Los Salmos de David son himnos de varios grados de Iniciación. Algunos
están dirigidos al principiante, o neófito; otros fueron compuestos para
aquellos quienes han avanzado más lejos en la Senda; y aun otros
mencionan el exaltado estado de las almas que llegaron a la conciencia
cósmica. En el Salmo Veinticuatro, por ejemplo, escuchamos las
triunfantes armonías del canto de un Iniciado: “Alzad, oh puertas,
vuestras cabezas y alzaos vosotros, puertas eternas, y entrará el Rey de
Gloria. Este Rey de Gloria no es sólo el Señor Dios de los Ejércitos. Es
también el luminoso Ser que ingresa en conciencia y expresión en el
alma que ha alcanzado el lugar desde el cual pueda abrir las puertas a
los mundos espirituales para entrar y salir a voluntad. Con este logro
viene la habilidad para estudiar, enseñar y servir conscientemente en
ambos planos, el interno y el externo como las condiciones y
circunstancias lo requieran.
En sus epístolas San Pablo esbozó el sendero del Iniciado como él mismo
lo experimentara. Por eso pudo pronunciar esas conmovedoras palabras
que innumerables “atletas de Dios” han proclamado después de él: “He
peleado la buena batalla. He guardado la fe. He acabado la carrera”.
El Señor Cristo retuvo lo más avanzado de su enseñanza hasta el
término de Su ministerio terrenal. Los profundísimos misterios que El
vino a revelar fueron impartidos a Sus discípulos más adelantados
cuando se reunieron en el “Aposento Alto” y compartieron la “Última
Cena”. Esta observancia perpetuó los antiguos ceremoniales de Templo
conocidos como la Fiesta del Amor Místico, y los santificó como el más
santo de los sacramentos Cristianos. La Eucaristía, o Santa Comunión,
como observada por la Iglesia yace en el mismo corazón de la fe y
práctica Cristiana.
De nuestro volumen, El Misterio de los Cristo citamos: La Última Cena o
Rito de la Eucaristía ha formado parte de cada enseñanza iniciática que
haya sido entregada al hombre. En Egipto los místicos pan y vino
significaban las bendiciones del Dios Sol, Ra. En Persia la Eucaristía era
parte de los Misterios Mithraicos. En Grecia el pan era sagrado para
Perséfona y el vino para Adonis. También se refieren a este Rito en un
antiguo fragmento del Rig-Veda de la India. “Hemos bebido soma se lee
en un pasaje: “Nos hemos convertido en Inmortales, hemos entrado en
la luz, hemos conocido a los dioses”.
Cada Era, pueblo y religión ha recibido este sagrado ritual del pan y el
vino y siempre es observado como el ceremonial que lleva las más
sublimes enseñanzas espirituales que puedan entregarse para la época.
Cada era y religión que se sucede, a medida que la divina revelación se
extiende, el ritual de la Eucaristía ha tomado significados más
profundos, alcanzando su sentido espiritual más elevado cuando el
Cristo, el supremo Maestro Mundial, celebraba el rito con Sus discípulos
en el Aposento Superior a la hora de la medianoche del Jueves Santo
inmediatamente precediendo al Viernes Santo o el Día de la Pasión.
Al momento de la Última Cena este santo servicio fue dividido en tres
partes. La primera consistía enteramente de oraciones e himnos, el
objeto era crear un espíritu de camaradería pura entre aquellos
congregados, pues sólo en un estado de armonía puede llevarse a cabo
efectivamente el trabajo espiritual.
La segunda parte del servicio consistía de las enseñanzas que Cristo les
dio a éstos, Sus más avanzados discípulos, con respecto a la doctrina del
balance o equilibrio, entre las fuerzas masculina y femenina de la mente
y el corazón. El pan incluía la fuerza positiva o masculina (mental), y el
vino el poder negativo o femenino (corazón). Cuando el Cristo proveía a
Sus discípulos de pan y vino, Él al mismo tiempo estaba derramando
desde afuera de Su propio Ser estos poderes duales que Él poseía en un
estado de perfecto equilibrio. Estas dos fuerzas también están
representadas como el Maná del cielo o Pan de la Verdad y el Vino del
Amor.
Astrológicamente, el pan se correlaciona con el signo terrestre de Virgo,
la Virgen del cielo, quien lleva una gavilla de trigo; en tanto el fruto de la
vid, el poder femenino del amor, se correlaciona con el signo masculino
de fuego, Leo, el León real. En estas relaciones estelares descubrimos
como la combinación de los opuestos es tejida a la misma estructura del
Universo. Así la femenina Jerarquía de Virgo lleva escondidos los poderes
masculinos en su interior, y la masculina Jerarquía de Leo las potencias
femeninas. La armoniosa interacción de estos dos poderes, ya sea en la
bóveda de los cielos o en las grietas internas del alma humana, es el
estado que conduce a la integridad, o santidad.
Desde muchos puntos de vista el registro bíblico indica la necesidad
para el hombre de alcanzar el estado de conciencia en el cual pueda
decirse que él es capaz de pensar con el corazón y amar con la mente.
Con tal logro viene la Iluminación.
El hombre puede entonces caminar en la Luz como Él está en la Luz.
En la tercera y última arte del ceremonial de Eucaristía, descubierto sólo
para los “Pocos” o los “Restantes”, el Maestro enseñó a Sus discípulos a
verter los poderes espirituales de la polaridad Amor-Sabiduría en las
substancias físicas, con el resultado que así magnetizados ellos
irradiaban poderes para curar. Esas potencias vivas, energéticas son
transmitidas a puntos contactados por un Maestro que ha sido
intuitivamente reconocido en todas las religiones desde tiempos
inmemoriales y mientras esto ha hado casusa a muchas prácticas
supersticiosas relacionadas con talismanes y reliquias, no obstante hay
una realidad espiritual en el fondo.
Después de la Ascensión y la partida del Maestro, los discípulos se
reunieron cada tarde en aquel Aposento Superior que era sagrado por el
recuerdo de la Mística Comida. El suceso más importante de todo el día
para ellos era la celebración de la Santa Fiesta del Amor. Cuando los
elementos del pan y el vino habían sido cargados con la fuerza vital
cósmica los discípulos los llevarían al enfermo y al triste, y tan
poderosas eran sus emanaciones magnéticas que muchos se sanaban
simplemente con tocarlos o aun mirándolos.
En la tarde de la Pascua de Resurrección, durante la época de Fiesta, en
el camino a Emaús, dos discípulos invitaron a un extraño que iba
pasando a entrar y cenar con ellos. No lo reconocieron como el Maestro
hasta que en la mesa Él puso Sus manos sobre el pan y éste
repentinamente se iluminó como oro derretido. Entonces fue que ellos
supieron que era el Cristo resucitado quien estaba en medio de ellos.
Cuando después Él desapareció de su vista salieron llenos de gozo
proclamando que el Maestro resucitado había retornado a ellos.
En una de sus más importantes interpretaciones la Biblia puede en
verdad ser llamada “El Libro de la Angelogía”. Muchos de sus ilustres
personajes dan cuenta de haber sido rodeados, dirigidos e iluminados
por visitantes angelicales. Algunos de los más maravillosos eventos en la
Biblia ocurren a través de la intercesión angelical. Existe sino un
pequeño reconocimiento de este ministerio celestial en nuestros días
debido a la deslumbrante luz del materialismo. Aun en los templos
donde uno esperaría que a esto se le diera gran importancia le falta el
énfasis que merece. Y sin embargo para aquellos quienes tienen los ojos
para ver y los oídos para escuchar el ministerio angelical continúa
siendo tan esencial y efectivo para la vida humana como siempre lo ha
sido.
Durante las horas de la noche huestes de Ángeles se congregan sobre
las ciudades del mundo, disipando las obscuras nubes astrales que
permanecen sobre ellas. Esta niebla miasmática se compone de los
pensamientos y sentimientos negativos y del mal combinado de la
población. El miedo, la desesperación, la crueldad, el odio, la codicia y
los elementos discordes y destructivos de cada clase obscurecen y
exceden en peso a la atmósfera psíquica. Para contrarrestar esta
evalecerán en el siguiente amanecer para el hombre.
Mientras el ministerio Angelical es continuo, es en la noche cuando los
seres humanos están dormidos y las mentes quietas ellos son más
sensibles a las influencias espirituales.
Dondequiera que haya problemas, tristeza y sufrimientos, los
mensajeros angelicales siempre están presentes para prestar el
amoroso y beneficioso servicio. Ellos se congregan en gran número
sobre los campos de batalla, donde traen paz a los recién fallecidos y
confortan a aquellos que sufren. Los Ángeles también visitan hogares,
hospitales e instituciones mentales durante el día y la noche. Traen luz a
los lugares obscuros, fuerza al débil, esperanza al abatido, consuelo al
desolado y paz mental a las mentes enfermas y perturbadas. Aun
cuando ellos no son apreciadores de personas, siendo ayudadas de
acuerdo a la necesidad y no al mérito, son más felices en el medio
ambiente de aquellos cuyas vidas armonizan con los niveles de
conciencia y expresión más elevados. También se reúnen en gran
cantidad en y alrededor de los lugares sagrados, por ejemplo, los
Templos de Misterio en el plano etéreo y dondequiera que el devoto se
concentre en observancia del Santo Sacramento de la Eucaristía. Su
presencia y participación es sentida internamente por los devotos
adoradores, y aquellos que poseen segunda vista los ven claramente. En
cualquier caso las bendiciones de sus emanaciones áuricas son
evidentes.
En las leyendas del rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda, que
en realidad son descripciones disimuladas de las actividades del Templo
que sucedieron en los tiempos medievales, a cada caballero se le
asignaba una silla particular en la cual siempre se sentaba. Arriba de
cada silla y sobre la cabeza de cada caballero se veía una forma
angelical. Pues se decía que Dios destinaba a cada caballero un Ángel
que lo acompañaría en todas sus aventuras, o pruebas, para apoyarlo en
el fracaso y elevarlo en virtud, regocijándose con él en su logro espiritual
conforme progresaba en su Senda de Iniciación elegida.
Realización, Logro y la sublime gloria del Cumplimiento – éstas son las
tónicas espirituales que transmiten el verdadero significado de la noche
de Luna Llena. Las leyendas nos cuentan que después que Pedro hubo
negado a su Señor sufrió tales terribles agonías de penitencia y
humillación que él literalmente fue reformado, y su naturaleza inferior
pasó a través de la completa transmutación. Fue entonces cuando él
llegó a ser de hecho y en verdad San Pedro el Iniciado, y fue la Iniciación
de Pedro a la que el Señor Cristo se refirió en las palabras: “Sobre esta
roca construiré mi iglesia”. Y así fue que según la leyenda Pedro alcanzó
tal santidad que como él caminase a lo largo del sendero, dondequiera
que su sombra cayese sobre los enfermos éstos serían sanados, y al
levantarse, con gran gozo y triunfantemente proclamarían el Santo
Nombre y su poder transformador.
“He peleado la buena batalla. He guardado la fe. He acabado la carrera”.
Tal es el glorioso ideal mantenido por aquellos grandes discípulos
espirituales, San Pedro y San Pablo. Y a medida que avancemos sobre la
Senda de Luz, también aprenderemos a superar las turbulentas aguas
del Mar Rojo. Asimismo permaneceremos sobre suelo seco y daremos
una mirada a esa Tierra Prometida que es el dorado amanecer de la
Nueva Era, ahora aproximándose tan rápidamente; esa Era en la cual la
Paternidad de Dios y la Hermandad del Hombre vendrá a ser una
realización viviente en todas partes del Mundo.
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