EL ESPIRITU DEL ARBOL
Hoy me he sentado a los pies de un árbol
viejo como el más anciano de
los ancianos de Tula. El cansancio me
ha vencido y me he dormido bajo
sus ramas. Entre las cortinas del sueño
he visto al espíritu del
árbol, que sin hablar, me decía:
Hermano, sensibiliza los corazones
de tus otros hermanos para que nos
comprendan. Ellos creen que no
sentimos sus golpes, ni sentimos
cuando una mano corta nuestros
tallos aún no maduros por el tiempo.
Piensan que no vemos con dolor
cómo los padres mal aconsejan a sus
hijos y les permiten hacernos atrocidades.
¿Qué daño puede hacer un árbol?
¿Qué daño les puede hacer una flor,
para que la corten en la plenitud
de su vida?
Tenemos entendido que regalar
una flor es muestra de cortesía y amor
entre muchos de ustedes, pero,
¿Acaso no comprenden que esa muestra
de amor la realizan con la muerte
de una vida que no les pertenece?
No fueron puestos sobre la Tierra
para destruirla poco a poco con su
egoísmo, sino para transformarla con el Amor.
Han logrado que casi todo en la
Naturaleza les tenga miedo, y sin
embargo todavía los seguimos manteniendo
y les devolvemos bien
por mal.
Los pajarillos huyen de ustedes
y no desean su amistad. Para
mantenerlos a su lado es necesario
que construyan jaulas y los priven
de libertad tras barrotes.
Las flores se marchitan en sus casas
porque creen que tan sólo las
alimenta el agua y la tierra,
y no comprenden que necesitan su amor.
Cortan terrenos, los cercan,
y separan a un árbol hermano de otro
árbol hermano. Levantan las tierras a su antojo,
sólo para el
beneficio de ustedes.
Toman lo que no es de nadie y dicen:
Esto es mío, y su vida y su muerte
me pertenecen. Creen que por sembrar una
semilla, ya han creado el fruto,
y dicen: es mío y haré de él lo que
crea conveniente.
Piensen que muchos hermanos míos
se sentirían gustosos de morir para
contribuir al bienestar de ustedes,
más no para contribuir a su
ceguera devastadora y sin sentido.
Muchos hermanos míos del aire se
matarían a sí mismos para ofrecerse
a una boca que tiene hambre, más
no a una boca que tiene gula.
Tan sólo les pedimos, hermanos,
un poco de Amor.
DEL LIBRO: ASÍ HABLABA QUETZACOATL