El amor es un fármaco milagroso. Y una droga potente. Literalmente. Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford aseguran que los sentimientos que provocan las pasiones amorosas pueden ser increíblemente eficaces para aliviar el dolor, con un poder calmante similar al de los analgésicos o incluso al de drogas como la cocaína.
Sean Mackey / Jarred Younger
El amor activa zonas del cerebro relacionadas con las buenas experiencias (en la imagen, en color)
«Cuando las personas están en fase de apasionamiento, hay alteraciones significativas en su estado de ánimo que influyen en su experiencia del dolor», explica Sea Mackey, autor principal del estudio, que se publica online en PLoS ONE. «Estamos empezando a identificar algunos de esos sistemas de recompensa en el cerebro, y a reconocer cómo influyen en el dolor», apunta. Un sistema en el que está involucrada la dopamina, un neurotransmisor que influye en el estado de ánimo, la recompensa y la motivación.
Quince parejas enamoradas
En el estudio, los científicos reunieron a parejas de jóvenes estudiantes de la Universidad de Stanford que se encontraban en sus nueve primeros meses de relación. «Queríamos que los sujetos que se sintieran eufóricos, energéticos, pensando obsesivamente en la persona amada», explican. Cuando el amor apasionado es descrito de esta forma, como una especie de locura, «de alguna manera suena a una adicción». Los investigadores dedujeron que tal vez este sentimiento implicara sistemas cerebrales similares a los que se reconocen en las adicciones, que están muy relacionados con la dopamina, el neurotransmisor en el cerebro que está íntimamente involucrado con buenas sensaciones.
Para salir de dudas, los científicos reclutaron a 15 estudiantes (ocho mujeres y siete hombres) para el estudio. A cada uno se les pidió que trajeran una foto de su pareja y otra de un conocido igualmente atractivo que fueron colocadas enfrente mientras se sometían al experimento. Los investigadores calentaron un estimulador térmico controlado por ordenador en la palma de la mano del sujeto para causar un dolor leve. Al mismo tiempo, su cerebro eran escaneado en una máquina funcional de resonancia magnética.
Deportes que se juegan sin pelotas
Los resultados mostraron que el amor conseguía reducir el dolor, y en niveles mucho más altos que cuando el sujeto se concentraba en la foto del conocido atractivo. Como es sabido que la distracción también alivia el dolor, y para no confundirla con el amor, se pidió a los alumnos que pensaran en otra cosa, como en «deportes que se juegan sin pelota». Este argucia también fue eficaz para sentirse mejor, pero el cerebro usó vías muy diferentes.
«Con la prueba de la distracción, las vías que condujeron al alivio del dolor fueron en su mayoría cognitivas», dice Younger, mientras que el alivio inducido por el amor estaba más asociado a los centros de recompensa. Parece que involucra aspectos más primitivos del cerebro, de forma similar a cómo funcionan los analgésicos opioides. «Uno de los sitios claves para la analgesia inducida por el amor es el núcleo accumbens, un centro de recompensa clave para la adicción a los opiáceos, cocaína y otras drogas. La región le dice al cerebro que realmente necesita seguir haciendo esto», dijo Younger.
Los científicos no sugieren que los pacientes con dolor crónico tiren a la basura sus analgésicos y se enamoren perdidamente de alguien, pero sí creen que la mejor comprensión de estas vías neurales de obtención de recompensas provocadas por el amor pueden llevar a obtener nuevos métodos para producir alivio del dolor