Bienaventurados los mansos porque ellos recibirán en herencia la Tierra” (Mateo 5:4 )
Los mansos son los que aceptan y se alinean a los designios de Dios. Son los que inclinando su cabeza, dicen: “No sé por qué lo hiciste, Señor, pero lo acepto. No entiendo tus razones, pero inclino mi cabeza ante ti. No sé por qué viene de nuevo esta prueba, este vendaval…pero hágase en mí siempre tu Voluntad.”
Jesús nos dice: “Venid a mí los trabajados y cargados, que yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.” Sólo uno manso y humilde puede hallar descanso para su alma. Aunque lleve el yugo más pesado, lo encontrará fácil, delicado, suave…
La mansedumbre auténtica no tiene relación con el miedo. Es más bien una actitud del hombre cooperando con Dios, “Hágase tu Voluntad” engloba la paciencia y la indulgencia y está motivada por una Fe imperturbable en un universo justo y amistoso.
La mansedumbre es la verdadera sabiduría y fortaleza de los que caminan sabiéndose llenos del Amor de Dios. El manso es dueño de sí mismo en orden y tranquilidad. La mansedumbre es un fruto del Espíritu, que abarca el ser condescendiente, misericordioso y dulce.
Bienaventurados los mansos….ellos vibran y expanden Luz y Amor que Humaniza, porque alcanzaron ese nivel de “Iluminación”…