El ser humano teme abrir sus puertas interiores y acceder a la luz del conocimiento de sí mismo: prefiere seguir perdido en sus propios laberintos construidos con paredes de miedo, prefiere sobornar su natural deseo de libertad, de exploración y de aventura, por una falsa percepción de seguridad, a partir de la cual pierde el verdadero sentido de la vida.
Que es la libertad interior?
Es ausencia de deseos. Si no deseas nada, eres libre. Si dejas de identificarte con un deseo, ya ese deseo se reducirá a la mitad para ti, y si te apropias de él, perderá su valor.
Cuando deseas algo, no es ese algo en sí lo que deseas, lo deseas porque le has asignado la emoción del disfrute que crees que te proporcionaría el tenerlo; es tu propia identidad atribuida, pasada a aquello que deseas, lo que te hace desearlo tanto. El objeto de tu deseo ha dejado de ser lo que tu buscas, lo que buscas es tu propia emoción. Entonces, si te disocias de él, si no te identificas con el objeto de tu deseo, puedes prescindir de él; ya sea que tu deseo sea poseer un objeto material o el deseo de éxito, de renombre personal, de poder sobre los demás, de figuración social o espiritual, de alabanza, etc. todas esas son ataduras del ego que debemos acostumbrarnos a tratar como objetos de los cuales podemos aprender a prescindir.
Que es el desapego?
Es quitar la pasion de tus propias pasiones, es el desligamiento de lo emocional-sensorial y la desvinculación del sentimiento que te liga a los demás en relaciones dependientes.
El deseo te ata al ego porque condiciona tu estado de animo al logro o a la perdida de lo que buscas. Todo condicionamiento es dependencia, te limita. Si tienes el objeto deseado estas alegre, si no, te entristeces. Su posesión no te libera, temes perderlo. En realidad nunca podras poseer algo del todo porque no lo puedes incorporar ati; esta afuera, desalienado de ti, inmutable, siendo en esencia. Como no puedes ponerte el objeto dentro, le pones a él algo tuyo propio para decir “es mio”.
Cuando el ego del ser humano, el yo, la identidad, esta puesto y apegado a cosas externas, esta expuesto a todas las contingencias exteriores, se torna vulnerable; no es libre en absoluto. Pero si empieza a mirar cada vez mas hacia adentro, el yo se fortalece, no depende de factores externos. Lo interno es permanente, allí reside la seguridad real.
Por otro lado, solo el ser realmente desapegado, puede sentir con la persona que sufre, puede brindarle ayuda con una total falta de egoísmo, que hace que su ayuda sea legitima y acertada, desinteresada en absoluto, desprovista por completo de la idea de la retribución, de la obligación o del deber, aun del placer de la ayuda, que proviene del ego.
La verdadera ayuda es la que se brinda en un acto de completa independencia afectiva, que no te ata a la persona que ayudas, que no la compromete en una actitud de retribución y que no la liga al que le ayudó; el cual solo es un instrumento idóneo, porque da con total altruismo en un acto puro de compasión desinteresada que ni siquiera se complace en su desinterés.
Si cuando ayudas te evalúas para ver cuan desinteresado fuiste, ya no es verdadera ayuda, estas mirando tu propia acción, eso es el ego. Si estas pendiente de la reacción de la persona que ayudas, no estas obrando por ti mismo, te haces dependiente del resultado.
Solo el ser que ha atravesado las etapas desde la libertad hasta la devoción, puede decir que su acción es deliberada e inegoista, porque no se atribuye nada a si mismo, hace y no se involucra, sabe que el involucrado es Dios y se maravilla de la justeza y oportunidad de Su obra a través de el y le agradece a Dios el poder ser testigo de la abundancia de Su Gracia.
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