Sea lo que sea que debamos aprender, nunca será insensibilizarnos frente a la vida. No tener miedo al dolor es decidir vivir en el amor. Insensibilizarnos frente a la realidad es decidir vivir en el miedo. ¡Que viva el amor! ¡Que se extinga el miedo!
Supongo que un día el dolor desaparecerá, cuando entendamos que nada debe ser de una manera, cuando aceptemos que todo es como debe ser. Supongo que un día el apego desaparecerá, entonces por fin se acabará el dolor, entonces por fin todo será completo y perfecto. Tantas veces hemos dicho estas frases y tantas veces no las hemos entendido. Algún día no harán falta las palabras, algún día hablaremos el lenguaje del silencio, del estar aquí y ahora, de la aceptación, de la compasión, del ser uno con todo. Hasta entonces, sufriremos, desearemos, entraremos en contradicción. Pero nunca, nunca nos insensibilizaremos.
Dirás que soy irreductible en este punto, y seguramente tendrás razón. Nunca, óyeme bien, nunca nos insensibilizaremos. Muy por el contrario, seremos cada vez más sensibles. Lloraremos por todo, aunque nos den pena los ojos rojos. Lloraremos con el alma, aunque nos duela. Ya no harán falta los noticieros, ya no los necesitaremos, pues la vida en su conjunto vivirá en nosotros, será nuestra piel su morada, estaremos empapados de ella, ya no existirá la dualidad, y seremos capaces de aceptar la luz y la oscuridad, porque no habrá fronteras entre ellas.
No te engañes, el apego, aferrarte a tus esquemas, pedir que las cosas encajen en un molde preestablecido que nos compense desde la máscara, no te lleva a ningún lado, no te hace feliz. Es cómodo, pero no te llena. Es conocido, pero no te hace pleno. Más bien te hace estar cada vez más insatisfecho. Como es eso que tengo lo que se suponía debía tener y no soy feliz. Imagínate lo duro que puede ser. Y siempre va a haber una excusa para la infelicidad. Es que claro, todavía no he alcanzado esto o aquello. En fin, siempre estaremos en una carrera de maratón hacia un lugar preciso que no se encuentra en ninguna parte, GRACIAS A DIOS. Te imaginas que la vida pudiera llenarse con cosas: una casa, un carro, un perro, un marido o una esposa. Si, un perro y un marido o una esposa, porque desde ese esquema también son cosas, posesiones, excusas para no ser plenamente feliz, excusas que te eximen de responsabilidad.
Despierta, te conviene. Sé que no es fácil lo que te propongo. Sé que es sencillo dejarse llevar y que estar consciente implica, generalmente, un esfuerzo titánico, pero qué diferente es vivir con conciencia, que diferente es vivir en un eterno aprendizaje, desde el amor a ti mismo, desde la compasión a ti mismo, desde la aceptación de ti mismo. Medita, aprende el silencio, vacía de palabras tu cabeza, únete al cosmos y disuélvete, aunque sea por un mínimo instante. Y entiende que aunque caigas una y otra vez en los mismos esquemas, una y otra vez te puedes parar, limpiar el polvo del camino y echarte a volar de nuevo por el espacio sideral, y eso, no para llegar a algún lado, sino para ser. Únicamente para ser.
Susana Martín