PERDONAR DE VERDAD Cada mañana, aquel jilguero, sobrevolaba el limonero…, y se acercaba hasta la mano que le tendía aquél anciano…
…y allí posado, picoteaba, esas miguitas que él le daba; luego gorjeaba, en su partida, una canción de despedida…
…y el abuelito, regocijado, lo disfrutaba maravillado… : ¡qué dulce lazo cotidiano entre el jilguero y el anciano…!
Pero un mal día, de nubarrones, llegó su nieto de vacaciones…, y en un descuido del abuelo, al pajarillo batió en su vuelo…
¡Fue una pedrada vil y artera para estrenarla a su gomera…, sin sopesar las consecuencias que dejaría aquella ausencia…!
¡Cómo lloraba aquel anciano con el jilguero entre sus manos, al darse cuenta que se moría su buen amigo de cada día…!
¡Pero también lloraba el niño ante esa muestra de cariño…, y al comprender que su inconciencia, puso de luto a la inocencia…!
-"¡Perdoname, abuelito…, no quise hacerte daño…, ni a ti…ni al pajarito…! ¡No sé que me pasó…!" -"Está bien, muchachito…, sé que fue un arrebato…: ¡te estamos perdonando el jilguerito y yo…!"
A duras penas logró el abuelo disimular su desconsuelo…, y lo siguió tratando al nieto con devoción y con respeto…:
…entretejiendo cada día complicidad y picardía, fue disfrutando de los dones que da el amor sin condiciones…
Pero las clases ya empezaban…, las vacaciones terminaban…, y el muchachito, al despedirse, quiso saber, antes de irse:
-"Abuelito querido…, yo te hice mucho daño…: ¡al matarlo al jilguero te partí el corazón…!; dime cómo has podido, casi en el mismo acto, y en medio de tu pena…, brindarme tu perdón…"
-" Perdonar, mi pequeño, es deshacer un nudo…, es desatar el lazo que nos liga al dolor…, es apagar la llama que nos quema por dentro con el agua sagrada del verdadero amor…
Es aceptar aquello que la vida nos trae…, sabiendo que es perfecto…¡aunque te haga sufrir…!, es entender que el llanto es un amigo noble, que nos pule de a poco…y nos vuelve a pulir…!
Es comprender que aquél que nos hiere y lastima, aún no tiene conciencia de que su gesto cruel, no solamente daña al prójimo…, al hermano… : con ese gesto, ¿sabes?...¡también se daña él…!
¿Puede acaso tu mano lastimar tu rodilla, y decirse a sí misma: ¨a mi eso no me afecta¨? ¿Las dos no forman parte de la misma persona…, no se hallan conectadas de manera directa…?
Por eso, si te pego…¡a mí mismo me pego!, si te abrazo, me abrazo…, si te grito, me grito…: ¡todos somos las olas de una misma marea…! ¡todos somos las hojas de un árbol infinito…!
Además, hijo mío, cuando el cariño es puro, ¡no hay nada aquí en la Tierra que apague su canción…!: ¡aunque tú no lo creas, el jilguero aún me canta, mañana tras mañana…aquí …en mi corazón…!"
Poema de Jorge Oyhanarte
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