Las estadísticas dicen que entre el 70 y el 90 % de la población mundial es creyente de alguna religión, o sea que los ateos están en franca minoría. Ninguna de las religiones que surcan nuestro planeta es mala, pues todas ellas hablan de amor y fraternidad ¿por qué entonces el mundo está como lo vemos? ¿Por qué los seres humanos creyentes de Dios, no hemos sido capaces de detener el calentamiento global de nuestro Planeta y lo tenemos al borde de su extinción? ¿Por qué la equidad de los ingresos mantiene una brecha casi insalvable entre los ricos y los pobres? ¿Por qué el aumento de la drogadicción y el alcoholismo? Y podríamos seguir enumerando hasta el cansancio todas las lacras que nos azotan.
Se habla de crisis económica , de crisis moral y de crisis en la educación, pero nadie habla de la mayor de todas las crisis y que es de donde provienen todas las otras crisis y es la de la incoherencia, entre lo que decimos creer y lo que hacemos.
Una vez a la semana, los templos se repletan de creyentes, en la televisión vemos la pasión con que algunos pastores manejan a una masa humana delirante que afirma amar a Dios. No me cabe duda que en esos momentos, esas personas son bien intencionadas y que sienten gran emoción al confesar la fe que dicen tener, pero ¿después de pasada esa euforia colectiva ¿qué queda de práctico en sus vidas?¿Por qué ese entusiasmo semanal, no es posible aplicarlo a la propia vida diaria? Jesús nos dijo que no era posible “aislar parte de la vida y llamarla religión, porque el hacerlo es desintegrar la vida y distorsionar la religión” 1124 y desgraciadamente esto es lo hemos hecho por siglos. No hay coherencia alguna entre lo que decimos creer y lo que hacemos, nos hemos transformados en fariseos que “limpiamos cuidadosamente lo de afuera de los vasos y de los platos, mientras que las vasijas del alimento espiritual están sucias e impuras. Nos aseguramos de presentar una apariencia piadosa y santa ante los demás, pero nuestra alma interior está llena de mojigatería, codicia y maldad espiritual.1826"
Pensamos que los otros son los culpables de todo lo que ocurre, la crítica hacia los políticos es despiadada y la tenemos con razón a flor de labios, pero nos olvidamos que ellos son elegidos por nosotros y que por tanto el no votar, es lavarnos las manos como Pilatos, sin darnos cuenta que todos sin excepción somos culpables de lo que ocurre en el mundo, porque somos parte de un todo indivisible, nos falta conciencia de la responsabilidad cósmica que todos tenemos como individuos.
“¿Acaso no os dais cuenta de que la esperanza de una nación o de un mundo mejor, está totalmente vinculada con el progreso y el esclarecimiento del individuo? 1630" Es esta falta de toma de conciencia como individualidades, la que ocasiona todas las crisis. Ahora y con toda razón, culpamos al sistema neoliberal pero ¿qué pasaría si este mismo sistema estuviese conducido por personas que practicaran la religión del espíritu, en vez de tecnócratas que van al templo, pero no practican lo que escuchan?
Si se dejaran guiar por el Espíritu que mora en cada uno de ellos, podrían permitir reconocer los beneficios que trae la globalización, pero a la vez se preocuparían que ello significara la valorización de las personas como individualidades y no como ha ocurrido, que la injusticia para los más débiles y necesitados se ha agudizado. “La competición despiadada que se basa en el egoísmo de miradas estrechas, a la larga destruye aquello que procura mantener. La motivación egoísta y exclusiva de lucro es incompatible con las enseñanzas de Jesús y por eso, sólo el amor y la hermandad, pueden hacer que los fuertes no opriman a los débiles”805
Pero dejemos los problemas macros y volvamos a nuestro diario vivir, que es donde tenemos la verdadera responsabilidad con el mundo y con Dios ¿Cómo administramos nuestra vida y la de los que nos rodean? ¿Se ha convertido el consumismo en la meta que perseguimos, casi sin darnos cuenta de lo mucho que esto absorbe nuestras mejores energías? ¿Cuán empáticos somos con la gente que está a nuestro servicio? ¿Compartimos parte de nuestro bienestar con ellos? ¿Los sueldos que pagamos son justos? Cuando salimos del supermercado con una buena cantidad de alimentos necesarios e innecesarios, al dar nuestra propina ¿pensamos en el muchacho que nos ayuda con los paquetes, o el que cuida nuestro auto a todo el sol o bajo la inclemencia del frío, a lo mejor no ha almorzado, porque solo le alcanza para comprar un pan? ¿Qué pensará ese muchacho estudiante, que envuelve una cantidad de alimentos a los cuáles él, ni en el mejor de sus días puede tener acceso?
Si todos los que nos llamamos creyentes, en estos momentos simples y corrientes del diario vivir, nos acordáramos que Jesús nos dijo que todo lo que hiciéramos al más pequeño de nuestros hermanos se lo hacíamos a El, si recordáramos que cuando tengamos que rendir cuentas también se nos preguntará por nuestros pecados de omisión ¿seríamos tan tacaños tanto con nuestro dinero, como con la ternura que debemos prodigar a los que tienen menos que nosotros? Se nos olvida fácilmente, que deberíamos “pasar por la vida tratando a nuestros semejantes, como a nosotros nos gustaría ser tratados.”1451 Si tomáramos conciencia de esto ¿no estaríamos acaso contribuyendo a una mayor equidad social y a una mejor distribución del ingreso y por ende a una mayor paz.? Puede que para nosotros, una moneda más o menos no signifique nada en nuestro presupuesto, sin embargo para el que la recibe, puede ser mucho.
“Casi todo lo que es de valor duradero en la civilización, tiene sus raíces en la familia. Ella fue el primer grupo pacifista que dio frutos, pues en él aprendían el hombre y la mujer a adaptar sus antagonismos y al mismo tiempo a enseñar a los hijos a ir en pos de la paz”765 pero hoy la familia está en crisis, porque nuestros hijos cada día tienen un mejor techo donde vivir, pero carecen de un hogar donde por presencia se inculquen los valores, porque los padres están ausentes. No basta que le demos todo lo imaginable materialmente hablando, si no somos capaces de hacernos el tiempo para comunicarnos, para enseñarles con el ejemplo, para demostrarles nuestro amor, porque no basta quererlos, ellos tienen que sentir que es así.
Si de una u otra forma, cada creyente de cualquier religión o filosofía, se propusiera de corazón ayudar a otro ser humano ¿no creen que el mundo podría cambiar su rostro? ¿No es esta una manera de acortar las brechas entre la injusticia y la justicia? Estos momentos de crisis podrían ser muy provechosos para la humanidad, si los viviéramos con altura de miras, pues “el mantenimiento de una civilización mundial, depende de que los seres humanos, aprendan cómo vivir juntos, en paz y fraternidad” 911 porque “las civilizaciones elevadas nacen de la sagaz correlación de la riqueza material, la grandeza intelectual, el valor moral, la astucia social y la compenetración cósmica” 913
No basta no hacer el mal, porque el Maestro nos dijo “mis discípulos no sólo deben cesar de hacer el mal, sino que deben aprender a hacer el bien.”1736 por eso, estos momentos de crisis no pueden dejarnos indiferentes. Quejarse de nada sirve, debemos ser parte de la solución, poniendo nuestro granito de arena de solidaridad para aquellos que más sufren. Nuestra misión es transmutar el mal en bien y esto no es una utopía, es totalmente posible pues “esta condena de oscuridad y todo este destino desesperado, se disuelve para siempre con una valiente pincelada de fe, pintada por el más humilde e ignorante de los hijos de Dios en la tierra. Esta fe salvadora nace en el corazón humano, cuando la conciencia moral del hombre, comprende que los valores humanos, pueden ser transformados en experiencia mortal, de lo material a lo espiritual, de lo humano a lo divino, del tiempo a la eternidad.” 1118
yolanda silva solano