UNA MISMA TIERRA Y UN MISMO CIELO
Un día de entre los días, fue Quetzacóatl
a la ciudad de Xochicalco y
muchos salían de sus casas para verlo y oírlo,
y las calles se llenaban de flores,
porque eran muchos los hermanos que allí tenía y
que le amaban.
Y El se decía:
¿Cómo es posible que me amen
si no comprenden mi voz?
¿Habrá quizás ya llegado el día
en que los árboles sepan que dan
frutos y el río sepa que calma la sed?
¿Habrá llegado ya el día en
que mi palabra tomará en sus corazones
el plumaje del sentimiento?
Porque, ¿Qué soy yo si mi voz no vive
en sus conciencias? ¿Para qué
sirve la lluvia si no puede resbalar
hasta el suelo buscando las
semillas?
Y vino un niño con una corona de flores
y hojas olorosas y le dió un
beso en la frente, pues venía
en representación de todo el pueblo.
Y Quetzacóatl no pudo evitar que
se moviera su corazón, y lloraran
sus ojos. Y les decía:
Mi espíritu vuela con su alegría
y ni un águila podría hoy llegar más
alto. Les traigo la Paz desde la otra parte.
Porque, ¿Qué importa que
nos separen las montañas y los valles,
los ríos o las Estaciones? Un
pájaro que hoy duerme aquí,
mañana hace su nido allá. Y el viento que
hoy mece sus milpas,
mañana fecunda nuestros campos.
No pongan bardas
donde la Naturaleza tan solo pone Amor,
y nunca tomen aquello
que origine separación entre ustedes.
Un mismo Cielo les habla
y una misma Tierra los cobija.
DEL LIBRO: ASÍ HABLABA QUETZACOATL