"Más temprano o más tarde, todos nosotros tenemos de encarar el lado difícil de la vida y enfrentar serios problemas." (Dr. J. A. Hadfield, Psicólogo)
Sería muy bueno si todos los días de nuestras vidas fuesen de paz y armonía. Sería maravilloso si todos nuestros pasos nos llevasen a lugares de regocijo y dicha. Sería muy bueno si todas nuestras decisiones fuesen correctas y nos proporcionasen grandes conquistas. Sería una gran bendición si nunca pecásemos y viviésemos toda nuestra existencia en la presencia del Señor.
Pero, lamentablemente, eso no es verdad. Todos pecaron. Todos se alejaron de Dios. Todos siguieron sus propios caminos, ignorando completamente la dirección del Señor. Perdemos la paz, perdemos la alegría, perdemos la protección de Dios, perdemos Su gloria celestial.
Es por eso que nuestra vida no es plena de dicha. Es por eso que nuestros días no son siempre límpidos y soleados. Es por eso que la alegría no es perfecta en nuestros corazones. Es por eso que aún enfrentamos días difíciles y tempestuosos.
¿Estará todo perdido? ¿No podremos más vivir en alegría? ¿No conseguiremos las bendiciones y los sueños anhelados? La respuesta es simple: ¡podemos tener todo eso de vuelta!
Cristo vino a pagar el precio de nuestros delitos y reaproximarnos del Señor. En él, los días difíciles se vuelven colmados de júbilo y placer. En él, la paz y la vida abundante perdida son reconquistados. En él, las angustias y tristezas son apartadas y la verdadera alegría es nuevamente introducida. En él, somos nuevamente abrazados y salvos... para siempre. |