EXPERIENCIAS PERSONALES
Existen en la Naturaleza innumerables misterios que desea el hombre descubrir. Es un error creer
que existan ciertas sociedades en posesión de determinados
secretos, que si quiesieran podrían comunicar a
quienes no están espiritualmente evolucionados. Quien se figura que el verdadero saber puede
obtenerse por favor, en lugar de desenvolvimiento espiritual, cesa de esforzarse en lograr su
propio adelanto y se adhiere a una sociedad secreta o a una iglesia confesional con
la esperanza de obtenerlo por gracia, pero sufre un desengaño.
En el verano de 1787, estando yo sentado en un banco de los jardines cercanos al castillo de
Burg, en Munich, y pensando profundamente en lo anterior, vi a un extranjero de aspecto
digno y respetable, vestido sin la menor pretensión, que se paseaba por un sendero del jardín.
Algo había en él que atrajo mi atención; quizás fué la tranquilidad suprema de su alma, reflejada
en sus ojos. Su cabello era gris y su mirada tan bondadosa, que cuando pasó por delante
de mí, instintivamente llevé la mano al sombrero, saludándome él también muy amable.
Me sentí impulsado a seguirle y a hablarle, pero no teniendo la menor excusa para
ello, me contuve y el extranjero desapareció.
Al día siguiente y poco más o menos a la misma hora, volví al mismo sitio, esperando encontrar
de nuevo al extranjero. Estaba allí, sentado en un banco y leyendo un libro. No me atreví a
interrumpirle. Paseé durante un rato por el jardín y cuando volví, ya no estaba el extranjero.
Sin embargo, había dejado encima del banco un libro, que me apresuré a recoger, esperando
tener ocasión de devolvérselo y con ello la de tratarle. Miré el libro, pero no pude leerlo, pues
estaba escrito en caracteres caldeos. Sólo una breve sentencia que figuraba en la página
del titulo, estaba escrita en latín, la cual pude leer y decía:
"Quién se levanta temprano en busca de la sabiduría, no habrá de ir muy lejos para encontrarla, porque
la encontrará sentada ante su puerta".
Los caracteres en que estaba impreso el libro eran muy hermosos, de un rojo intenso
y estaba encuadernado con magníficas tapas azules con cierre de oro.
El papel era blanco finísimo y tornasolado como el nácar. Las páginas despedían exquisita fragancia.
Tres días consecutivos fuí a aquel lugar a las doce, con la esperanza de encontrar al
extrnajero, pero en vano. Por fin di las señas de él a un guarda y logré saber que se le veía
con frecuencia a las cuatro de la mañana pasenado por la orilla del Iser, cerca de una
pequeña cascada, en un sitio llamado "el Prater". Fuí allí al día siguiente y me
sorprendió verle leer otro libro parecido al que yo había encontrado. Me acerqué a él y
ofrecí devolverle el libro, explicándole cómo había llegado a mis manos; pero me rogó
que lo aceptase en su nombre y lo considerase como regalo de un amigo desconocido.
Le dije que no podía leer su contenido, excepto el primer verso de la página primera; a lo
cual contestó que todo cuanto decía el libro se refería a lo que aquella sentencia expresaba.
Entonces le pedí que me explicase el contenido del libro.
Paseamos un rato por la orilla y el extranjero me dijo muchas cosas importantes acerca
de las leyes de la Naturaleza. Había viajado mucho y poseía un verdadero tesoro de experiencias.
Al salir el sol, dijo: "Voy a enseñarle algo curioso. Sacó del bolsillo un frasquito y
vertió en el río unas gotas del líquido que contenía e inmediatamente las aguas del río
comenzaron a brillar con todos los colores del arco iris, hasta una distancia de más de
diez metros de la orilla. Algunos trabajadores de las inmediaciones se acercaron a
contemplar el fenómeno. Uno de ellos padecía reuma. El extranjero le dió algún dinero y
ciertos consejos y le dijo que si los seguía, en tres días estaría bueno. El obrero le dió
las gracias; pero el extranjero le contestó: "No me des a mí las gracias,
dáselas al Poder omnipotente del bien."
Entramos en la ciudad y el extranjero me dejó, citándome para el día siguiente, pero
sin decirme su nombre ni el lugar de su residencia. Le encontré de nuevo al día siguiente
y supe por él cosas tales, que sobrepujaron a cuanto podía figurarme. Hablamos de los
misterios de la Naturaleza y siempre que hablaba de la magnitud y grandeza de la
creación, parecía estar poseído de sobrenatural entusiasmo.
Me sentí algo confuso y deprimido ante su sabiduría superior y me maravillaba al
pensar cómo podía haber adquirido sus conocimientos.
El extranjero leyendo mis pensamientos, dijo:
"Veo que no acaba de decidirse usted respecto a la especie de ser humano en qué
clasificarme; pero le aseguro que no pertenezco a ninguna sociedad secreta, aunque
conozco sus secretos. Ahora tengo algo que hacer; pero mañana le daré más explicaciones".
"¿Tiene usted negocios? -exclamé yo- "¿Desempeña usted algún cargo público?"
El extranjero respondió:
"Querido amigo, el que es bueno siempre encuentra en qué ocuparse y hacer el bien es
el más alto empleo que puede desempeñar el hombre". Con esto me dejó y no le vi más
en cuatro días; pero a las cuatro de la mañana del quinto día me llamó por mi nombre, por
la ventana de mi cuarto y me invitó a dar un paseo. Me levanté, me vestí y salimos. Me
dijo entonces algo de su vida pasada y, entre ello, que cuando tenía unos veinticinco
años había trabado conocimiento con un extranjero que le había enseñado muchas
cosas y regalado un manuscrito que contenía notables enseñanzas. Me enseñó el
manuscrito y lo leímos juntos. He aquí algunos extractos:
Nuevas Ruinas descubiertas del Templo de Salomón. "Así como la imagen de un objeto puede
verse en el agua, del mismo modo puede ver el sabio el corazón de los hombres. Dios te
bendice, hijo mío y te permite publicar lo que yo digo, para que con ello beneficies a las gentes".
Filium Vitis (Hijo de la Vid). Uno de los hermanos me ha indicado el sendero de los misterios
de la Naturaleza; pero las ilusiones que flotan a los lados del camino han llamado mi atención
durante largo tiempo en que estuve detenido; pero por fin me convencí de la inutilidad de
semejantes ilusiones y mi corazón se abrió a los cálidos rayos dispensadores de vida
del amor divino, del gran sol espiritual. Entonces reconocí que a todo sobrepuja la posesión
de la sabiduría divina; y que nada es la sabiduría humana y nada es el hombre, a menos
que se convierta en instrumento de la sabiduría diniva. El sabio del mundo desconoce la
divina sabiduría, pero alguien la conoce. Entre el país donde viven los sabios y el que habitan
los necios median dilatados océanos y hasta que la vista de los hombres se acostumbre a
la radiación de la luz divina, no descubrirán el país donde los sabios viven y en donde se
alza el templo de sabiduría con una inscripción que dice: "Este templo es sagrado por la
contemplación de las divinas manifestaciones de Dios en la Naturaleza". Sin verdad no
hay sabiduría, ni hay verdad sin bondad. En el mundo es rara la bondad y, por lo tanto,
las verdades y la sabiduría del mundo no son con frecuencia más que locuras.
Estamos libres de preocupaciones y con los brazos abiertos recibimos a quienes a
nosotros vienen y llevan el sello de la divinidad. A nadie le preguntamos si es cristiano,
pagano o judío. Todo cuanto exigimos de él es que se mantenga fiel a su humanidad.
El amor es el lazo de unión entre nosotros y trabajamos por el bien de la humanidad.
Por nuestras obras nos conocemos unos a otros y quien posee superior sabiduría, es
el mayor entre nosotros. Ningún hombre puede recibir más de lo que merece. A cada
cual se le dan el amor divino y la ciencia, en proporción a su capacidad para amar
y saber. La fraternidad de los sabios es eterna y absoluta unión y la luz del sol de la
verdad eterna ilumina su templo. La luz del sol calienta el cristal en que penetra; si se
le separa de la luz, se enfría. Del mismo modo, la mente del hombre penetrada por
el amor divino obtiene sabiduría, pero si se aparta de la verdad, la sabiduría se desvanece.
Las sociedades secretas y sectarias han perdido la verdad y la sabiduría ha desaparecido
de ellas. Sólo aman al hombre en proporción a los servicios que presta a sus intereses
sectarios y emplean símbolos y formas cuya significación no comprenden. De hijos de
la luz se han convertido en hijos de las tieneblas. El templo de Salomón, que sus
antepasados construyeron, está ahora destruído y no queda de él piedra sobre piedra.
La mayor confusión reina ahora en sus doctrinas. Se abatieron las columnas del
templo y en el lugar que ocupaba el santuario reptan serpientes venenosas. Si deseas
saber si lo que digo es o no verdad, empuña la antrocha de la razón y entra en las tinieblas.
Observa el proceder de las sociedades sectarias durante el pasado y el presente y sólo
verás egoísmo, superstición, crueldad y muertes. Millones de seres humanos viven
sumidos en las tinieblas y pocos son los sabios, que viven en diferentes partes del
mundo, a gran distancia unos de otros y, sin embargo, se hallan inseparablemente unidos
en espíritu. Hablan diferentes lenguas y, sin embargo, todos se entienden, porque la
lengua del sabio es espiritual. Luchan contra las tinieblas y nadie que esté mal
dispuesto puede aproximarse a su luz, pues sus mismas tinieblas le destruirán. Los
hombres los desconocen y, sin embargo, día llegará en que en un instante destruyan
la obra secular de los malvados como por un impulso del dedo de Dios.
No busques la luz en las tinieblas, ni en el corazón del malvado la sabiduría. Si te
acercas a la verdadera luz la conocerás, porque iluminará tu alma".
Estas notas están extractadas del libro. Contenía muchas noticias acerca de los
Hermanos de la Cruz y de la Rosa de Oro. No me está permitido decir todo cuanto
aprendí en el libro; pero en resumen se desprende de él que los verdaderos
Rosacruces constituyen una sociedad espiritual que nada tiene que ver con las
sociedades secretas del mundo. No forman una sociedad en el sentido vulgar de la
palabra, puesto que no tienen estatutos ni reglamentos, ni ceremonias, ni cargos,
ni celebran reuniones, ni nada de lo acostumbrado en las sociedades secretas.
Cierto grado de sabiduría, convierte al hombre en Rosacruz iniciado, porque comprende
prácticamente el misterio de la rosa y de la cruz, que se refiere a la ley de evolución
de la Vida y su conocimiento práctico trasciende a toda teoría y especulación intelectual.
Inútil es meditar sobre puntos místicos que se hallan más allá de nuestro horizonte
mental. Inútil intento el de penetrar en los misterios espirituales antes de que nos
hayamos espiritualizado. El conocimiento práctico supone práctica y sólo puede
ser adquirido por medio de la práctica. Para obtener poder espiritual es necesario
practicar las virtudes espirituales de fe, esperanza y caridad. La única manera de llegar
a ser sabio es cumplir durante la vida con el deber. Amar a Dios en toda la humanidad y
cumplir con el deber, constituye la suprema sabiduría humana, derivada de la Sabiduría
Divina. A medida que aumentan el amor y la sabiduría aumenta el poder espiritual que
levanta el corazón y ensancha el horizonte mental. Lenta y casi
imperceptiblemente ábrense los sentidos internos, el hombre va adquiriendo
mayor capacidad receptiva y cada paso hacia lo alto dilata el campo de la visión.
Dignas de lástima son las sectas y sociedades que intentan obtener el conocimiento
de las verdades espirituales por medio de la especulacion filosófica, prescindiendo
de la práctica. Inútiles son las ceremonias si sólo se celebran exteriormente, sin
comprender su significado oculto. Una ceremonia nada vale si no es expresión de
un íntimo sentimiento. La circunstancia de que ya no se comprende el significado
de los símbolos y que provocan disputas y diferencias de opiniones entre las
distintas sectas, demuestra la pérdida del poder interno y que las
sectas únicamente poseen la forma muerta.
La religión de las sectas y sociedades secretas se funda en el amor y admiración
egoísta del yo personal. Aunque en las sectas y sociedades secretas hay almas
generosas, la mayoría espera obtener beneficios personales y sólo ruega por su
propia salvación y obra bien por apetencia de recompensa.
Así vemos el cristianismo dividido en centenares de sociedades, sectas y
religiones diferentes, que se odian y desprecian y procuran perjudicarse unas a
otras. Vemos el clero de todos los países ansioso de poder político y de servir los
egoístas intereses de su iglesia. Han perdido de vista al dios universal de la
humanidad y han colocado en su lugar al dios del yo personal. Pretenden poseer
poderes divinos y emplean su influencia en allegar beneficios materiales para su iglesia.
Vemos el divino principio de verdad prostituído todos los días y a todas horas en las
iglesias, convertidas en mercados. El templo del alma está ocupado
por mercaderes y ausente el espíritu de Cristo.
Cristo, la Luz Universal del Logos Manifestado, la Vida y la Verdad, está en todas
partes y no puede quedar encerrado en una iglesia ni en una sociedad secreta.
Su iglesia es el Universo y su altar el corazón del hombre que recibe su luz. El
verdadero discípulo de Cristo subyuga el yo personal y no sabe lo que es un deseo
egoísta. No se preocupa por el bienestar de otra iglesia que la suficientemente amplia
para contener a la humanidad entera, sin diferencia de opiniones. Se preocupa muy
poco de su salvación personal y mucho menos espera obtenerla a costa ajena. Poseído
de amor inmortal, sabe que él es inmortal. Conoce que su ego individual tiene sus raíces
en la conciencia eterna de Dios y no se preocupa del ilusorio yo personal. El verdadero
hijo de la Luz identifica su voluntad, pensamiento y deseo con lo que el Espíritu universal
quiere, piensa o desea por medio de él. Colocar al ego en actitud receptiva de la luz
divina, cumplir la voluntad divina y convertirse así en instrumento del poder de Dios
manifestado en la tierra, es el único medio de adquirir la ciencia espiritual y
ser un Hermano de la Cruz y de la Rosa de Oro.
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