Los científicos materialistas observan que el alcohol ingerido se absorbe
a través de la pared del estómago y del intestino hacia la sangre. De esta
manera es transportado a todo el cuerpo. El alcohol actúa como depresor del
cerebro y del sistema nervioso. Una pequeña cantidad de alcohol deprime el
área del cerebro encargada de la formación de juicios, coordinación motora,
autocontrol y memoria. El individuo se siente así menos inhibido y puede decir
o hacer cosas que ordinariamente no haría si su juicio no estuviera alterado. Al
consumir más alcohol sufren la coordinación muscular y los reflejos, aparece
somnolencia, la frecuencia cardiaca puede disminuir y la respiración puede
deprimirse. El hígado metaboliza la mayor parte del alcohol en el cuerpo. Allí
experimenta un proceso químico, la oxidación, por la cual su energía se libera
como calor. Parte del alcohol se oxida o quema en los pulmones y otra parte se
elimina mediante el sudor y la orina. Si sólo se ha consumido una pequeña
cantidad de alcohol rebajado, cuando el cuerpo se ha librado de él aparenta
retornar a la normalidad.
Cuando se han consumido cantidades apreciables de alcohol durante un
tiempo, ciertos efectos se hacen evidentes. El alcohol es especialmente dañino
para el citoplasma de las sensibles células del sistema nervioso. En un primer
momento altera el funcionamiento de esas células y más tarde daña
permanentemente los tejidos. Las células pierden su aspecto normal y
finalmente ciertas estructuras se descomponen. En esta fase las células no son
recuperables. Constituye un serio problema perder grandes cantidades de
irreemplazables células nerviosas. Sobreviene entonces pérdida de memoria,
alteración del juicio, confusión y desorientación. El alcohol también daña
células nerviosas en el estómago y, por consiguiente, puede alterar la
capacidad estomacal para mezclar y pasar al intestino su contenido. El alcohol
relaja los músculos y los debilita, reduciendo su capacidad de trabajo. Con el
tiempo se vuelven flácidos. Cuando el músculo cardiaco se afecta, empeora la
circulación. El resultado es fatiga y disnea. El alcohol puede producir la
destrucción de células del hígado (cirrosis); puede dañar la mucosa gástrica y
causar ulceración de la misma; puede causar asimismo degeneración renal de
modo que los productos de desecho sean retenidos mientras la albúmina se
pierde en la orina.
Los clarividentes pueden dar información adicional sobre los efectos de
la ingestión de alcohol. Pueden ver al hombre compuesto de un cuerpo denso
(formado por átomos) y de un cuerpo vital que contiene "puntos" que penetran
los centros huecos de los átomos físicos y los impregnan de fuerza vital que los
hace vibrar a una frecuencia mayor que la del mineral terrestre que no ha sido
acelerado de esa manera. Normalmente, cuando la comida ingerida es
asimilada, las partículas de los alimentos se sitúan sobre los puntos del cuerpo
vital y su frecuencia vibratoria se armoniza con la del resto del cuerpo. El
alcohol vibra con tan intensa rapidez que el espíritu humano es incapaz de
atenuarla y controlarla. El alcohol actúa como un anestésico y expulsa
parcialmente el cuerpo vital. Después acelera la frecuencia vibratoria de los
átomos corporales hasta su propia frecuencia. Así el alcohol arrebata al
hombre el control de su cuerpo.
El clarividente aprecia dos órganos en el cuerpo llamados glándulas
pituitaria y pineal que fueron utilizadas por el hombre en el pasado como
órganos sensoriales en los mundos espirituales. Sin embargo, el consumo de
alcohol ha adormecido dichos órganos de manera que no pueden desempeñar
más su función anterior. La percepción humana debía ser apartada
temporalmente de los mundos espirituales en el curso de la evolución de forma
que pudiera desarrollar más conciencia de sí mismo y dirigiera su atención a la
solución de los problemas relativos a la existencia física. No obstante, cuando
el hombre esté listo para fijar nuevamente su atención en la vida espiritual, el
consumo de alcohol deberá ser abandonado antes de que la pituitaria y la
pineal puedan ser reactivadas.
Se han realizado dos afirmaciones sobre el alcohol aparentemente
contradictorias. Se afirmó que el alcohol tiende a acelerar la frecuencia
vibratoria de los átomos corporales y una frecuencia vibratoria acelerada está
asociada por lo general a una conciencia más elevada, más espiritual.
Igualmente se afirmó que el alcohol adormeció las glándulas pituitaria y pineal
de forma que no podían actuar como órganos de percepción en los mundos
espirituales y así el alcohol apartaba nuestra conciencia de los mundos
espirituales. La relación entre ambas frases puede comprenderse por medio de
una analogía. Imaginemos que alguien capturase un pájaro, atase sus alas con
una cinta y luego lanzase el pájaro hacia lo alto. Aunque fuera elevado, el
resultado final sería que el pájaro caería a tierra. Similarmente, el alcohol
impide a la persona remontarse a estados de conciencia elevados aunque
pueda inducir sueños de grandeza desde un punto de vista terrenal. De igual
modo que un pájaro con las alas atadas pierde el control al lanzarlo hacia lo
alto, así pierde el hombre su autocontrol cuando se sirve del alcohol para
elevar la frecuencia vibratoria de su cuerpo.
Los científicos materialistas encuentran difícil explicar por qué el alcohol
es adictivo. Todo lo que pueden decir sobre ello es que en el bebedor las
células del organismo cambian su metabolismo de forma que se vuelven
dependientes del alcohol. El clarividente Max Heindel afirma que el cuerpo
denso no es el que ansía alcohol. El cuerpo denso se intoxica con el alcohol y
se pasaría perfectamente sin él. En vano protesta de diferentes maneras mas
el cuerpo de deseos del bebedor ansía la bebida y fuerza al cuerpo denso a
tomarla de manera que el cuerpo de deseos pueda obtener la sensación de
placer resultante de una vibración aumentada.
¿Debería beber alcohol una persona? La respuesta a esta pregunta será
diferente para personas diferentes. Si una persona necesita que su conciencia
se enfoque más estrechamente en el mundo material, entonces la ingesta
ocasional de pequeñas cantidades de alcohol puede resultar apropiada. Tal
persona debería, sin embargo, ser cuidadosa para no hacer nada que la
dañase a ella o a otras bajo la influencia del alcohol, como conducir un
vehículo, manejar maquinaria potencialmente peligrosa o intentar forzar a otros
para que obedezcan sus deseos. Si, por otro lado, una persona ha comenzado
a hollar el sendero que conduce a la iluminación espiritual, debería abstenerse
estrictamente del alcohol en todas sus formas.