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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 27/10/2011 09:03

 

 
 
Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella
tenía trece y él dieciocho. Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de
una montaña. Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser
 leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le
 llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos..
La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo.
Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero
 se puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran.
Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera
trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a vivir allí para la
alegría de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había ayudado en esa relación.
Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera
y un otoño, disfrutando mucho de estar juntos. Cuando el día del primer
 aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para demostrarle
 a él su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto.
Un hacha nueva relacionaría todo con el trabajo; un pulóver tejido tampoco
la convencía, pues ya le había tejido pulóveres en otras oportunidades;
 una comida no era suficiente agasajo...
Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a
caminar por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba
 nada que fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas
que, semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras
pensando que se acercaba la fecha del aniversario.
Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de
 oro expuesta en la vidriera. Entonces recordó que había un solo objeto material
que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se trataba de un reloj
de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él guardaba
ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su cama. Todas
las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza aquel reloj, lo
 lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba escuchándolo hasta que
la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo acariciaba un rato y lo
guardaba nuevamente en el estuche.
Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj.
" Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, una angustia la tomó por
 sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de
 lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios
más para poder comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto.
Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero
 necesario para esto. Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y
pensó y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se
 encontró con un cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella
tenía ese pelo rubio, que no se había cortado desde que tenía diez
 años, no tardó en entrar a preguntar.
El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía
sobraba para una caja donde guardar la cadena y el reloj.
 No dudó. Le dijo a la peluquera:
- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría?
- Seguro - fue la respuesta.
- Entonces en tres días estaré aquí.
Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada.
El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que
 de costumbre. Luego, él se fue a trabajar y ella bajó al pueblo.
Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la
 joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja de madera. Cuando llegó a su 
casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía regresar.
A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta
 vez ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en
la cabeza. Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se
 diera cuenta de que se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.
Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían.
Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía
 la cadena de oro para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí
una caja muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La
 caja contenía dos enormes peinetones que él había comprado...
 vendiendo el reloj de oro del abuelo.
Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se olviden de
 esta historia. El amor no está en nosotros para sacrificarse por
el otro, sino para disfrutar de su existencia.
 
 
JORGE BUCAY
 
 
 
 




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