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De: FlorM (Mensaje original) |
Enviado: 18/10/2011 12:54 |
TU VISION AMPLIADA… ¿Por qué esa cara, mi amigo? ¿Dices que la vida es densa…, y que por más que te esfuerzas nunca ves la recompensa…?
¿Y dices que ya no quieres proseguir en tu sendero…? ¡Pues déjame que te diga, mi querido compañero!:
si miras por el estrecho ojo de la cerradura, ¡qué breve es el horizonte que se ve tras la ranura!
Pero cuando abres la puerta…, y no alcanzas a abarcarlo…, ¡ves que "lo breve" se hallaba en tu forma de mirarlo!
Del mismo modo, mi amigo, tu punto de percepción, te hace ver todo imperfecto… ¡o en todo ver perfección!
Si contemplas, compañero, muy de cerca el panorama, ¡no le hallas ningún sentido al embrollo de la trama!
No ves los significados que hay detrás de cada evento… ¡y más tarde o más temprano te enfermas de desaliento…!
Pero si tomas distancia, y miras el cuadro entero…, ¡el propósito aparece claramente, compañero!
Y percibes las causales de porqué es que en tu destino, se presenta cada escollo…, cada piedra en el camino…
¡Todo se te hace evidente ante esa visión ampliada!: la razón de la caricia… y la de la bofetada…
Y empiezas a darte cuenta que hay un hilo conductor…, ¡y que siempre se ha tratado del amor…y el desamor!
Y que cada circunstancia que has tenido que pasar, sólo tuvo un objetivo: ¡el de que aprendas a amar!
Amar… a cada persona que cruzas andando aquí…, y sobre todas las cosas…, ¡que aprendas a amarte a ti…!
¡Y es que todo cambia, amigo, cuando dejas al final de mirar por la ranura…, y lo abres a tu portal…!
Poema de Jorge Oyhanarte
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Cada vez que violamos una de las leyes de la Naturaleza, esa transgresión, como causa, produce, como efecto, la correspondiente retribución. Durante muchas existencias en épocas sin cuento, hemos actuado en distintos climas y lugares, y de cada vida hemos extraído una cierta cantidad de experiencia, acopiada y almacenada como fuerza vibratoria en los átomos simiente de nuestros diversos vehículos. Por consiguiente, todos y cada uno de nosotros somos constructores y edificamos el templo del espíritu inmortal sin ruido de martillos; cada uno de nosotros es un Hiram Abiff, que se halla reuniendo material para el desarrollo del alma y arrojándolo en el horno de la experiencia de su vida, para allí manipularlo mediante el fuego de la pasión y del deseo.
Es muy fácil mostrarse complacido cuando la vida pasa como un cántico; pero aquel hombre que sonríe cuando todo se obscurece y cambia es verdaderamente digno y valiente.
MAX HEINDEL
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