Gracias por este corazón que palpita cada segundo, cada instante, que si se para, muero. Gracias por esta personalidad, tan mía, tan única, tan singular. Gracias porque solo soy yo quien puede perfeccionarla. Gracias por mis emociones porque son la muestra de que estoy viva, que necesito trabajar en mí para llegar a la plenitud del control sobre mí misma. Gracias por todos los rasgos físicos que me has dado Dios, Naturaleza, porque ellos son el sello que verifica mi existencia, que un día fui y pasé por esta tierra. Gracias por todos los obstáculos de carácter, de personalidad, de auto-estima que enfrento, porque a través de ellos voy a llegar a descubrir la capacidad de tolerancia que tengo con los demás, la pasión o no por la excelencia. Porque a través de ellos desarrollaré o no mi personalidad y sanaré mi autoestima.
Vale la pena sentir conflictos porque ellos son los detonantes que despiertan mi verdadera naturaleza. Porque ellos me están diciendo que más allá de la mente hay algo que nos mueve, nuestro glorioso espíritu. ¡Qué maravilloso y espectacular es que yo sea yo!. ¡Qué maravilloso y espectacular es el reto de trabajar sobre mí mismo, de autoeducarme, de afirmarme, de amarme!.
Desplegar el ser, mirar más allá de mis propias limitaciones y miedos. Eso es el éxito, eso es la superación personal, la que no se queda en lo material, la que te lleva a abrazar el compromiso de la responsabilidad para el mundo, para ti. Superarse en libertad, ser en libertad, porque a mí me da la gana, porque hoy he decidido cansarme de que todo este mal, de que todos estén mal. Hoy yo haré la diferencia, hoy yo empezaré a vivir viviendo para ser, para crecer, para dar con generosidad lo que el mundo merece recibir de mí. Alegría, confianza, fe, voluntad, amor, actos de luz. Saber que existo, saber que vale la pena que yo exista.
No tengo nada en contra de que nosotras las mujeres nos cuidemos al máximo, cuidemos nuestro peso y hagamos ejercicio. Que estemos también a la moda. Pero cuando todo esto, nos aleja de lo que realmente somos como mujeres, como personas, viene la invasión del vacío. Aquel vacío que puede convertirse en depresión por haber aumentado unos kilos; aquella angustia que surge ante el paso inevitable de los años. O por el contrario, los sentimientos de inferioridad que vienen dados por no tener ante la sociedad, lo que ésta exige, status profesional y prosperidad material.
Todo esto daña como nada, la relación con nosotros mismos, nuestra autoestima. La autoestima es el motor de nuestra vida, lo que nos empuja a conquistar, a atravesar obstáculos y superar los miedos para llegar a alcanzar nuestras metas. Es importante que reflexionemos cada día, ¿cómo me siento hoy?. ¿Siento que este será un día para triunfar? o por el contrario, ¿prefiero vivir escondida? ¿por qué?.
La autoestima personal y su desarrollo sano están siempre en mis manos y en mi mente, sobre todo en mi mente, yo decido los pensamientos que voy a tener acerca de mí misma. Yo decido, si quiero estar feliz o triste. Para eso sirve la inteligencia.
Por último, la autoestima es sembrada en nuestra más tierna edad, está formada por las toneladas de amor que se nos dio en los primeros meses de nuestra vida. A los tres años, un niño puede manifestarla a través de la seguridad con la que se mueve con otros. Puede también expresar ¡soy feliz!, ¡me amo!. Si no tuvimos la suerte de nacer en un hogar en dónde ésta era una cultura, nos corresponde a nosotros empezar un plan para sanarla, desarrollarla y mantenerla. Nuestro mundo necesita mujeres que no estén llenas de miedo o por el contrario sean en extremo arrogantes (esto sería también falta de ella). Nosotras somos las que formamos el carácter y damos los valores para poder caminar en cierta dirección a lo largo de nuestra vida. Que la autoestima sea una prioridad dentro de tu escala de valores para poder dejar generaciones que aprenden a realizar tu paz de espíritu.amar