Se suele decir entre los ocultistas que la ignorancia es, muy posiblemente, el peor enemigo que la humanidad tiene respecto a su proceso evolutivo. Y así es, si todo el mundo supiera que somos un Espíritu creado por Dios, que está utilizando una serie de vehículos o cuerpos para evolucionar a través de la experiencia aquí en el mundo físico; y que, tarde o temprano, tendremos que transformarnos y llegar a Dios como meta de nuestra perfección, otra manera de actuar tendríamos y una sociedad más fraternal y justa habríamos desarrollado. El hecho de no saber que el Renacimiento y la Ley de Consecuencia dirigen nuestro desarrollo y nuestros destinos, hacen que la mayoría de las personas no se interesen por mejorar moral, intelectual y espiritualmente su vida y su ser; y lo que es peor al pensar que solo vivimos la vida presente hace que muchos sean extremadamente egoístas y materialistas.
La humanidad está en un momento evolutivo en el que cada cual se reconoce como individuo autoconsciente pero no sabe cuál es su papel en el mundo, el porqué de dicha existencia, y ni siquiera cuál es el origen de la manifestación del universo. Somos partícipes y colaboradores de una gran y maravillosa obra pero, como cualquier tejedor, trabajamos por el reverso sin poder ver la parte importante y más bella de la obra. El trabajo post-morten y el destino basado en gran parte en los hechos de la vida pasada nos han ayudado a distinguir entre el bien y el mal y a desarrollar toda una serie de sentimientos y pensamientos elevados que suelen impedir que vayamos marcha atrás pero que no son tan motivacionales para la mayoría como para hacer que se interesen más por el prójimo que sufre necesidad que por ellos mismos. Así es que, el común de la humanidad está ciego respecto a su papel en esa obra divina y, por tanto, está trabajando pensando más en sus propios intereses que en los de los demás y mucho menos en Dios.