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NOTAS AL INTERIOR: DE UNA MADRE PARA SU HIJA
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 26/11/2011 09:51

 

 
 

Jesus Adrian Romero - Princesas Magicas

 

Estabamos sentándonos a comer cuando mi hija casualmente menciona

 que ella y su esposo están pensando en "empezar una familia".

"Nosotros estamos haciendo una encuesta," dice ella, en broma.

"¿Crees que debería tener un bebé?"

"Cambiar tu vida" digo, cuidadosamente manteniendo mi tono neutral."Yo

sé" dice, "no más fiestas los fines de semana, no más vacaciones espontáneas..."

Pero eso no es en lo absoluto lo que yo quise decir. Miro a mi hija, intentando

 decidir qué decirle. Quiero que sepa lo que ella nunca aprenderá en clases

de parto. Quiero decirle que las heridas físicas por dar a luz un niño sanarán,

 pero que el volverse madre la dejará con una herida emocional tan

 profunda por la cual ella será vulnerable para siempre.

Pienso en advertirle que ella nunca leerá de nuevo un periódico sin preguntarse

 "¿Y si eso le hubiera pasado a mi niño?" Que cada accidente de aviación,

 cada incendio en una casa la obsesionará. Que cuando vea fotos de niños

 hambrientos, se preguntará si algo podría ser peor que vivir la muerte de su niño.

Yo la miro cuidadosamente, sus uñas finamente pintadas y el traje elegante

 y pienso que no importa cuan sofisticada ella sea, el convertirse en madre

la reducirá al nivel primitivo de una osa que protege su cachorro.

Que una llamada urgente de "¡Mamá!" le hará dejar caer un soufflé o

 su mejor cristal sin vacilar por un momento.

Siento que debo advertirla que no importa cuántos años ella haya

 invertido en su carrera, ésta se descarrilará

profesionalmente a causa de su maternidad.

Ella podrá hacer los arreglos para dejar al niño en casa al cuidado de una

niñera, pero un día irá en camino de una reunión de negocios importante y

 recordará el dulce olor de su bebé, y tendrá que usar cada gramo de su

 disciplina para no correr a casa, sólo para asegurarse que su bebé está bien.

Yo quiero que mi hija sepa que las decisiones cotidianas ya no serán rutina.

 Que el deseo de un niño de cinco años de ir al baño de hombres y no al de

mujeres en McDonald se volverá un dilema mayor.

Que justo allí, en medio del ruido de bandejas y niños gritando, los problemas

 de independencia e identidad de sexo serán sopesados contra la perspectiva

 de que haya un abusador de niños acechando en ese baño.

No importa cuan decisiva pueda ser ella en su trabajo, se criticará a sí misma

constantemente en su papel de madre. Mirando a mi hija tan atractiva, quiero

asegurarle que en el futuro ella perderá los kilos de más del embarazo, pero

nunca se sentirá igual sobre ella misma. Que su vida, ahora tan importante,

 será de menos valor para ella una vez que tenga un niño.

Que ella renunciaría a ésta en un momento por salvar sus hijos, pero que

también empezará a desear más años, no para lograr sus propios sueños,

 sino para ver a sus hijos lograr los suyos.

Yo quiero que ella sepa que una cicatriz de cesárea o las estrías se convertirán

 en insignias de honor. La relación de mi hija con su marido cambiará, pero no

 de la manera que ella piensa. Deseo que ella pudiera entender cuánto más

 uno puede amar a un hombre que tiene cuidado para empolvar a su bebé o

 que nunca duda para jugar con su niño. Yo pienso que ella debería saber

 que se sentirá de nuevo completamente enamorada de él por razones que

ahora encontraría muy poco románticas.

Yo deseo que mi hija pudiera darse cuenta del lazo que ella sentirá con mujeres

a lo largo de historia que han intentado detener guerras,

discriminación y borrachos al volante.

Espero que ella entienda por qué yo puedo pensar racionalmente sobre la

mayoría de los problemas, pero ponerme como loca cuando discuto sobre la

amenaza que supone una guerra nuclear en el futuro de mis hijos.

Yo quiero describir a mi hija la euforia de ver a su niño cuando aprenda a montar

 una bicicleta. Quiero capturar para ella las carcajadas de un bebé que está

 tocando la piel suave de un perro o un gato por primera vez. Quiero que

 saboree la dicha que es tan real, que de hecho duele.

La mirada interrogativa de mi hija me hace caer en cuenta de las

 lágrimas que se han formado en mis ojos.

"Nunca te arrepentirás de ello" digo finalmente.

Entonces alcanzo por sobre la mesa la mano de mi hija y la aprieto y ofrezco

 una oración silenciosa por ella, y por mí, y por todas las mujeres que tropezaron

en su camino hacia la más maravillosa de todas las profesiones.

Este regalo bendito de Dios... el hecho de ser Madre.

 

 

 




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