La acción de gracias es necesaria. Las palabras de Jesús: “Padre, gracias te doy por haberme oído” (Jn. 11:41), demuestra Su énfasis en dar gracias. Jesús dio gracias antes de resucitar a Lázaro de entre los muertos, enseñándonos a dar gracias aún antes de que la curación física se haga evidente.
Una actitud agradecida puede no ser fácil de desarrollar cuando un reto de salud es aparente; sin embargo, la práctica diaria de dar gracias por la vida de Dios en ti te ayudará a alimentar el sentimiento de gratitud. Si sabes, como lo sabía el escritor de Proverbios, que “El corazón alegre es una buena medicina” (Prov. 17:22) y mantienes tu corazón alegre y lleno de alabanza, bendices a tu cuerpo con energía sanadora.
Cuando oras, bien sea por ti mismo o por otra persona, ve la vida de Dios en ti o en la otra persona llevando a cabo su obra sanadora y revitalizadora. Da gracias por toda evidencia de curación y permite que ésta se produzca.
Ten fe. Ten la voluntad. Da gracias. Al utilizar estas tres cualidades, abres tu corazón a la curación. Ten la seguridad de que la curación —la curación perfecta— tiene lugar ahora.
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