Toda su vida terrestre de Jesús, estuvo firmemente consagrada a la misión de derretir las formas congeladas de la religión, para darles las libertades líquidas de una filiación iluminada
¡Que diferetne sería nuestra vida y la de Urantia entera, si nosotros fuésemos capaces de imitar el ejemplo de Jesús y trabajar en derretir las formas congeladas de nuestras creencias basadas en dogmas y en costumbres adquiridas y las cambiáramos por la religión viva del Espíritu, esa que nos permite encontrar a Dios en nosotros y por nosotros mismos, sin importar el lugar donde nos encontremos, en salud y en la enfermedad, en la alegría o la tristeza, en la sabiduría o la ignorancia, en medio del silencio o del bullicio, de la compañía o el abandono...
Las circunstancias que nos rodean, no son más que eso, circunstancias momentáneas, porque el verdadero significado a lo que nos ocurre se lo debemos dar cada uno, nadie puede hacerlo por nosotros...porque cada circunstancia, cada acontecimiento o encuentro es la oportunidad que la Maestra Vida, en nombre del Padre nos ofrece para que crezcamos en amor y sabiduría y algún día, a través del tiempo y el espacio, lleguemos a ser perfectos como lo es nuestro Padre.
Cuando la vida cotidiana, toma estas dimensiones, comenzamos a percibir que el amor inmenso del Padre nos acompaña en cada momento, porque si bien es cierto que "El mora en el Paraíso, también habita en cada mente humana" Nuestra única tarea es poner esta mente al servicio de El y entregar "nuestra voluntad, para que se haga su voluntad"
Los alimentos congelados pueden perdurar un largo tiempo, pero no nos sirven de sustento si no los descongelamos. Con las religiones y filosofías pasa lo mismo, pueden permanecer en nosotros petrificadas, incapaces de alimentar nuestro espíritu en forma real, ni menos dar los frutos del espíritu necesarios para ser compartidos con nuestros hermanos.
Una religión que se ocupa de las prácticas y de los ritos, pero que es incapaz de preocuparse de la filiación divina que une a cada ser humano sin importar su raza, religión o sexo, es una religión muerta que nos impide poner nuestro granito de abono para que las semillas de las enseñanzas de Jesús fructifiquen.
Encontrar lo divino en lo humano, nos cambia la vida porque el torrente del Amor del Padre se manifiesta en forma evidente y entonces lo podemos entregar a todo áquel que a nosotros se acerque.
yolanda silva solano