SENTIR A DIOS
Hoy me olvidé de todas las definiciones,
de todo razonamiento que quiera explicarlo o negarlo,
y supe con certeza que a Dios se lo entiende
si se lo siente, si de alguna manera simple
y extraña a la vez para el hombre conflictuado,
se lo "Ve".
Retrocedí hasta el fondo de mí misma,
me olvidé de las máscaras con que la gente me conoce
–esas necesarias para la convivencia,
para no parecer extraño y lejano- y allí,
en el fondo de mi ser, me encontré
con la niña que fui, y a pesar de todo siempre seré.
Ella nunca dudó ni tampoco sintió lejos a Dios;
para ella Dios era toda la Vida que la envolvía.
Quizás por eso el tiempo no pudo con ella,
y aprovecha la primera oportunidad
para mostrarse a través de mi alegría,
de la esperanza que me da vida.
Entonces, y hoy, a través de ella,
basta con abrir los ojos, escuchar la naturaleza,
aspirar su perfume, ver sus colores,
oír sus mil mágicos susurros, para sentir la Vida plena,
apacible, serena, pacífica en su lucha,
que no rompe el orden, bella, buena, justa, auténtica.
Y para nosotros, hombres,
¡qué mejor imagen de Dios que ésa!
A mí, al menos, siempre me sobrecogió de serenidad.
Hubiera sido tan fácil entonces que mis ojos
-o cualquier otro sentido-
como una ventana se fuesen abriendo
y abriendo hasta llegar a lo contemplado sin dolor,
sin pérdida, muy al contrario, unida para siempre
con la Vida, con el Misterio.
Mas el camino hay que andarlo paso a paso,
y aunque por momentos se intuya algo,
hay que ganarlo a pulso,
hay que conquistarlo verdaderamente con todo el Ser,
no sólo con el pequeño ángel dormido
que hay en cada uno y que a veces despierta y recuerda.
Pero a pesar de ello,
y porque sé que por esto habrá
muchas más nubes ocultando al sol,
probándome en el largo ascenso,
es que guardo ese recuerdo como un tesoro
en mi memoria y siempre que puedo vuelvo a él,
o él viene a mí atraído por la ESPERANZA.
Si muriese la fe, sólo valdría para probar
que he sido vencida,
pero no que lo que mi mente niega sea verdad.
Pues ante todo sé por experiencia que sus dudas,
sus titubeos, son únicamente debilidad,
enfermedad a la que pocos hombres
han derrotado completamente.
Gracias hoy también al ejemplo
de los Grandes Sabios que siempre existieron,
es que mis manos adquieren más fuerza
para escalar la montaña de mi Ser interior,
para no perder la visión de belleza
que percibí cuando la vida se mecía dulcemente
en algún verde valle olvidado.
Por eso hoy pospongo por un momento
preocupaciones y dolores,
todo aquello que el mundo viejo pegó a mi máscara,
y dejo que penetre por mis ojos,
por todos mis sentidos, el color vivo de la hierba mojada,
el azul del cielo lloroso que dulcemente besa la tierra,
amada compañera de siempre;
dejo que se pose en el vuelo de los pájaros
que marchan alegres en busca de otros horizontes,
¡tan cerca del cielo!; observo la piedra mojada
por tantos milenios y siento a Dios llorar
y reír tras todo ello, y siento a Dios detener el Tiempo
y hablarme de otro Ser que hay en mí,
igual a esa presencia misteriosa que hay en todo,
y que necesita para expresarse momentos como éste.
Ese Ser que contempla todo tras mis ojos,
quisiera volar como los pájaros,
ser como esas alegres hierbas vivas
con una poco de agua, dulce y silenciosa
como la tierra y la lluvia.
Luego sólo me queda luego una inmensa nostalgia
de Algo muy grande perdido...
Trata de olvidarte de ti mismo, de tus problemas,
sé sólo una ventana abierta, bien abierta,
deja que te penetre la vida, escucha, observa,
alégrate con ella, con el silencio de su belleza quieta.
Habrá un alma que, aunque lejos de la tuya hoy,
se alegrará al ver un poco más de luz
en las tinieblas que a todos nos rodean.
Por cada puñado de barro
que quiera ocultar su presencia,
habrá entonces un torrente de agua
que haga sentir a los vivos
su Eterna Bondad y Belleza.