EL CRISTO MÍSTICO
Que Cristo se forme en vosotros.
Cristo en vosotros, la esperanza es de gloria.
(San Pablo)
Jesús, el Avatar sirio... dijo a Sus seguidores cómo y qué debían hacer para
seguir Su camino, de modo que pudiesen llegar a ser como Él era; Él que estaba tan
lejos como la sabiduría y el poder; pues en el corazón de cada ser humano hay una
divinidad, su propio dios interno, que los cristianos, en un cambio místico de
mentalidad, llaman el Cristo inmanente.
Nuestras doctrinas nos hablan de una larga línea de tales Maestros, cada uno
de los cuales se hizo uno con su divinidad interna, con el dios interior, el Cristo
inmanente, el Buda íntimo; y, habiéndose aunado así con su divinidad interna,
alcanzaron todo el conocimiento necesario, porque ellos lo veían y por ello podían
enseñar la verdad.
(Dr. G. de Purucker en La Historia de Jesús)
El espíritu de Dios cae sobre mí, como la gota de rocío sobre una rosa,
Pero si yo, como la rosa, le abro mi corazón;
El alma en la que Dios habita, - ¿qué templo sería más santo? -
Se convierte en un habitáculo ambulante de celeste majestad.
En toda la eternidad no podría haber un tono más dulce,
Que el batir del corazón humano al unísono con Dios.
¡Detente!. ¿Hacia dónde corres?. Sabe que el cielo está en ti;
Busca a Dios en cualquier otra parte y nunca verás Su rostro.
¡Mira! En la noche callada le ha nacido un niño a Dios,
Y ha sido vuelto al revés todo lo que estuvo perdido.
Si tu alma pudiese, pues, transformarse en una noche callada,
Dios nacería en ti y todo volvería a ser perfecto.
Aunque Cristo naciese mil veces en Belén
Y no dentro de ti mismo, tu alma estaría perdida.
En vano miras la cruz del Gólgota
Si no se levanta también en ti mismo.
(Ángel Silesio)
El misterio de Cristo es cuádruple. En primer lugar, está el Cristo en el Sol, que ha
sido el Señor y Director de todas las grandes religiones de la Tierra. En segundo
término, está el Cristo que encarnó en la Tierra en el momento del Bautismo de Jesús
y que, en el culminante día de Su sacrificio en el Gólgota, se convirtió en su espíritu
planetario interno. Luego está el Cristo que ha de nacer dentro de cada hombre. Y,
por fin, está el Cristo Histórico. Y fue a este cuádruple Misterio Crístico al que se
refería Pablo al decir: "Mirad, que os muestro un misterio".
Este misterio cuádruple está bajo la guía de la Santísima Trinidad. El Cristo en
el Sol está bajo la guía del Señor Dios (el Padre). El Cristo que se encarnó en el
Bautismo está bajo la dirección del Hijo, el Cristo Cósmico. El Cristo que ha de
nacer en el hombre está bajo la guía del Espíritu Santo. El Espíritu Santo ha sido
siempre el gran misterio de la Trinidad. La Humanidad de la Nueva Edad irá
incrementando sus conocimientos sobre la extensión de Su naturaleza y Su trabajo.
La próxima etapa importante en la evolución humana es el nacimiento de
Cristo en el hombre. El trabajo encaminado a ese nacimiento está causando muchas
desarmonías, intranquilidades y desórdenes. Ningún hombre puede ser pionero de la
nueva raza hasta que Cristo haya nacido dentro de él mismo. La llamada lanzada por
el Espíritu Santo a todos los que ya están preparados y deseando escucharla es para
la completa dedicación al servicio del Señor Cristo. Esa es la misión del Espíritu
Santo relativa a los cristianos de la nueva raza y que hizo declarar al Señor: "Si yo no
me voy, el Confortador no vendrá a vosotros; pero si yo me voy, yo os lo enviaré... y
Él os mostrará las cosas por venir".
Desde el momento en que el Espíritu Santo activó el principio crístico en el
interior de los Discípulos, ellos pensaron sólo pensamientos crísticos, hablaron sólo
palabras crísticas e hicieron sólo obras crísticas. Aquellos hombres que habían sido
tímidos y cobardes, se hicieron valientes. Tomás ya no dudó; Pedro ya no temió;
Juan dejó de permanecer alejado y, ni las persecuciones, ni las cárceles, ni siquiera la
muerte, pudieron disuadirlos. Su único objetivo en la vida fue servir al Señor Cristo
y seguir Sus caminos.
Un día, cuando Pedro y Juan se retiraron al templo a orar, en la "puerta
Hermosa", llegaron junto a un hombre lisiado de nacimiento. Pedro le dijo: "Oro y
plata no tengo; pero lo que tengo, te lo doy". Inmediatamente las fuerzas volvieron a
los tobillos y pies de aquel hombre y, levantándose, entró con ellos en el templo con
grandes muestras de alegría. Pedro y Juan recordaron las palabras de Cristo durante
Sus últimos días junto a ellos, cuando dijo del Espíritu Santo:" Él manifestará mi
gloria porque tomará de lo mío y os lo mostrará". (Juan 16:14).
La gloria del Cristo despertado en su interior brillaba alrededor de sus cabezas
como un halo de luz dorada. En el elevado estado de conciencia que alcanzaron no
había diferencias ni desarmonías, porque habitaban en la realización de la unidad
eterna. Por eso entendían todo los idiomas y podían hablar en todas las lenguas.
Comprendían igualmente el profundo significado de las palabras que Cristo les había
dirigido: "Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os irá guiando en la verdad
toda". (Juan 16:13). Los discípulos se habían convertido, literalmente, en
superhombres u hombres-dioses.
Tal es el significado del místico Cristo Interno, ese elevado nivel percibido por
San Pablo cuando escribió a los Gálatas (4:20): "Hijos míos, otra vez me causáis
dolores de parto, hasta que Cristo tome forma en vosotros". Este Cristo Místico es la
divinidad que está latente en cada ser humano. El Verbo, el Cristo Cósmico, se hizo
carne y habita dentro de toda la creación. Esta realización de la unidad de toda la
vida da nuevo significado a la Paternidad de Dios y a la hermandad de los hombres.
El conocido escritor y poeta americano Henry van Dyke expresó con estas hermosas
líneas la inmanencia de la realidad Crística:
Nunca más tendrás que buscarme.
Estoy contigo para siempre;
Levanta la piedra y me encontrarás,
Hiende la madera y yo estaré allí.
Esta inmanencia de Cristo será la enseñanza fundamental de la Nueva Edad.
Es significativo llamar la atención sobre el hecho de que las iglesias liberales y los
grupos universales que buscan la verdad, basados en la Nueva Edad, resaltan sobre
cualquier otra cosa el despertar del principio crístico dentro de cada individuo. Pero,
¿cómo se puede esto llevar a cabo?.
La perfección del cuerpo físico está basada en la supervivencia del más apto.
El crecimiento del cuerpo-alma está basado en la ley del sacrificio. En tiempos
pasados, al hombre se le enseñó a sacrificar sus posesiones materiales. Existen
instrucción tras instrucción en el Antiguo Testamento para que entregasen los
primogénitos de sus rebaños y los colocasen en el altar de los sacrificios. Aún hoy,
muchas iglesias imponen a sus seguidores la ley del diezmo. Sin embargo, los
místicos cristianos comprenden que esa ley ha de abandonarse; ellos han de aprender
a colocarse ellos mismos sobre el altar como ofrenda sacrificial.
El despertar del Cristo interno, como todos los procesos de nacimiento, es
lento y gradual. Primero, el aspirante ha de hacer su dedicación al ideal de Cristo. Si
es serio y sincero en esta dedicación, se encontrará a sí mismo adquiriendo mayor
sintonía con ese ideal. Le resultará más fácil pensar pensamientos crísticos y
pronunciar palabras y realizar actos a tenor de una vida crística. Será consciente de
una sensación de bienestar que no había sentido nunca; la misma sensación que
alcanzaron los primeros cristianos, incluso en las oscuras catacumbas y
enfrentándose a la persecución y a la muerte. Por otra parte, el despertar del Cristo
Interno tiene compensaciones que ninguna condición o circunstancia humana puede
destruir. Ni pueden ser desequilibrados, quienes lo experimentan, por posesiones
materiales.
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