La conquista de sí mismo es tan difícil para el hombre porque aún cuando parezca paradojal, quien menos se conoce es él mismo, la sicología nos dice que el ser humano es de tres maneras: como nos ven los demás, como nos vemos a nosotros mismos y como en verdad realmente somos, y esta última es la gran misión, la más importante y a la vez la menos explorada, aún cuando de ella depende nuestra perfección. El antiguo Conócete a ti mismo de Sócrates sigue teniendo hoy la misma vigencia que cuando se escribió en el oráculo de Delfos, porque para conocernos debemos conocer los múltiples yoes que componen nuestra personalidad humana, que al revés de la Personalidad que permanece invariable, ella cambia a cada instante, según sean las circunstancias.
"El yo es el invencible adversario del hombre, porque se manifiesta en las cuatro pasiones más grandes del hombre: la ira, el orgullo, el engaño y la codicia.. 67" La ira, ese sentimientos que nubla nuestra razón y ciega nuestro corazón, en su nombre se cometen los más horribles crímenes . Por éso resulta incomprensible como aún hay religiones que siguen rindiendo pleiteseía a un Dios irancundo. "Moisés y los profetas de ataño nos dicen que Yahvé es un Dios celoso, un Dios de gran ira e intenso enojo. Los profetas dicen que él odia a los malhechores y que se venga de los que no obedecen su ley. ¿Acaso no debería la humanidad, a medida que pasan los siglos, llegar a una mejor comprensión de la verdadera naturaleza y carácter amante del Padre en el cielo? ¿Qué habéis ganado de las generaciones sucesivas de esclarecimiento espiritual si persistís en ver a Dios tal como lo veían Moisés y los profetas? 1588"
La ira sólo se puede cambiar desde el mundo interno personal, cuando uno se da cuenta del daño que nos produce a nosotros mismos, cuando desarmoniza no sólo el medio ambiente, sino también nuestro cuerpo físico y salud mental, y no hablemos de espiritualidad, porque ella está completamente ausente en un ataque de rabia, de allí que Jeús nos decía que "el que sepa gobernarse a sí mismo, es más grande que el que conquista una ciudad.1609" y que "la ira es una manifestación material que representa, de manera general, la medida del fracaso de la naturaleza espiritual, en la tarea de ganar el control sobre las naturalezas intelectual y física combinadas. La ira indica vuestra falta de amor fraternal tolerante más vuestra falta de respeto propio y de autocontrol. La ira afecta la salud, envilece la mente, y limita al instructor espiritual del alma del hombre. ¿Acaso no habéis leído en las Escrituras que `la ira mata al tonto', y que el hombre `se destruye a sí mismo en su ira'? ¿Que `el que tarda en enojarse es grande de entendimiento, mientras que `el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad'. Todos vosotros sabéis que la blanda respuesta quita la ira, y que las palabras ásperas hacen subir el furor'. `La cordura detiene el furor' mientras que como ciudad derribada y sin muro, es el hombre cuyo yo, no tiene rienda. Cruel es la ira, e impetuoso el furor'. `Los hombres iracundos levantan contiendas, y los furiosos multiplican sus errores'. `No te apresures en tu espíritu, porque el enojo reposa en el seno de los necios'». Antes de terminar de hablar Jesús también dijo: «Dejad que vuestro corazón esté tan dominado por el amor, que el espíritu guía pueda con poca dificultad libraros de la tendencia a dejaros llevar por esas explosiones de ira animal que son inconsistentes con el estado de filiación divina. 1673"
El orgullo es otro de los aspectos que debemos estar continuamente vigilando, para no caer presas de él porque es muy ladino, no se presenta en forma abierta como lo hace la ira sino que es mucho más solapado, aparece incluso cuando creemos estar haciendo el bien, cuando en verdad lo único que buscamos es reconocimiento personal. " Si buscas honor y gloria, si tu mente es mundana, eres como la sal que ha perdido su sabor. Y cuando lo que vale por su salinidad ha perdido su sabor, ¿con qué lo sazonaremos? 1870" porque "de todos los peligros que acechan la naturaleza mortal del hombre y arriesgan su integridad espiritual, el orgullo es el peor, porque el egocentrismo es vanaglorioso y suicida. 1223"
El engaño es siempre deplorable, pero el peor de todos, es el autoengaño porque no nos permite vivir la realidad de nuestra vida ni de nuestros sentimientos más íntimos incluyendo nuestra llamada espiritualidad. Jesús nos lo aclaró cuando dijo: "véis pues que el Padre otorga salvación a los hijos de los hombres, y esta salvación es un don para todos los que tienen la fe necesaria para recibir la filiación en la familia divina. No hay nada que el hombre pueda hacer para merecer esta salvación. Las obras de mojigatería no compran el favor de Dios, las oraciones públicas no expían la falta de fe viviente en el corazón. Podréis engañar a los hombres con vuestro servicio exterior, pero Dios mira dentro de vuestra alma. Lo que yo os digo está bien ilustrado por dos hombres que fueron a orar al templo, el uno un fariseo, y el otro un publicano. El fariseo estuvo de pie y oró para sí mismo: `Dios, doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son extorsionadores, ignorantes, injustos, adúlteros o aun como este publicano. Yo ayuno dos veces por semana; doy diezmos de todo lo que gano'. Pero el publicano, parado a la distancia, ni siquiera se atrevió a levantar los ojos al cielo, sino que golpeándose el pecho dijo, `Dios, ten compasión de este pecador'. Yo os digo que el publicano se fue a casa con la aprobación de Dios, más bien que el fariseo, pues el que se exalta a sí mismo será humillado, pero el que se humilla será exaltado».1838"
Y por último pero no por eso menos importante aparece la codicia, ese sentimiento que nos hace desearlo todo sin importar los medios que tengamos que usar para satisfacer nuestros deseos, ni menos detenernos a pensar si somos merecedores de lo que codiciamos. El consumismo es hijo de la codicia y emparentado con la envidia, porque muchas veces lo que nos motiva a consumir es para tener lo mismo que los demás tienen y así mantener un estatus de aprobación-
Como podemos ver, la evolución, el llegar a ser perfectos no tiene nada de místico y sí de mucho trabajo interior y de un gran contacto con nuestros semejantes, porque ellos son el espejo y los receptores de nuestros sentimientos y acciones, porque "todo ser humano adquiere, tarde o temprano, cierto concepto de este mundo y cierta visión del próximo. Ahora bien, es posible, a través de la asociación de las personalidades, unificar estos conceptos de la existencia temporal y de las perspectivas eternas. De este modo la mente de uno aumenta sus valores espirituales porque gana mucho del entendimiento del otro. Así pues, los hombres enriquecen su alma aunando sus respectivas posesiones espirituales. De esta manera, también consigue el hombre escapar de la siempre presente tendencia a caer víctima de una visión distorsionada, un punto de vista prejuiciado y una estrechez de juicio. El temor, la envidia y el engreimiento pueden ser prevenidos únicamente mediante el contacto íntimo con otras mentes. Llamo vuestra atención sobre el hecho de que el Maestro no os envía jamás solos a trabajar para la expansión del reino; siempre os envía de a dos. Y puesto que la sabiduría es superconocimiento, es lógico deducir que, en la unión de la sabiduría, el grupo social, pequeño o grande, comparte mutuamente todo conocimiento.1776
" El individuo verdaderamente religioso intenta identificar el yo con el universo y luego dedicar las actividades de este yo unificado al servicio de la familia universal de sus semejantes, humanos y sobrehumanos Cuando el hombre pone su mirada en Dios en el perdón, cuando se atreve a disfrutar de tal libertad, se libera del temor. El hombre ha de pasar por la vida tratando a sus semejantes como a él le gustaría que lo trataran.67" Entonces, cambiemos la ira por paciencia y calma, el orgullo por humildad, el engaño por la veracidad y la codicia por generosidad, porque de esta forma no sólo estaremos siendo verdaderos hijos de Dios, sino que a la vez tendremos la fuerza y la consecuencia necesaria para cambiar el mundo.
yolanda silva solano
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