En la carrera de la vida, mientras corremos para cumplir con nuestras obligaciones, cuidar de nuestros hijos, hacer feliz a nuestro jefe, hacernos felices a nosotros mismos, es bastante fácil pasar por alto la presencia de la Luz del Creador a cada momento. Es fácil pasar por alto el milagro llamado VIDA.
¿Te has mirado alguna vez en el espejo o te has despertado en plena noche preguntándote: “¿Quién soy yo?”? Generalmente esta pregunta surge también cuando meditamos, o en momentos de estrés extremo. Siempre que ocurre, es el momento adecuado para entender a tu Creador y el papel que juegas tú en el gran esquema de las cosas.
Dios se comprende como la energía asombrosa que creó el universo y todo lo que hay en él. Los términos que utilizamos para describir esta energía son: Luz, Luz del Creador y Fuerza de Luz del Creador.
Debido a nuestras mentes limitadas y racionales, estos términos tienden a convertirse en expresiones vacías. Al minuto de haberlas leído, se forma una imagen mental en nuestra mente, algo externo a nosotros (para muchos se trata de un hombre mayor con una barba larga y blanca, o algo similar).
El Creador, la Luz o Dios: estas palabras finitas se refieren a la Fuerza infinita e invisible de bondad que se encuentra en lo más profundo de nosotros y a nuestro alrededor; la Fuerza que nos creó y que cuida de nosotros.
Cuando nos conectamos con esta Fuerza nuestros miedos y los conflictos dentro y fuera de nosotros se transforman.
Así pues, la pregunta es: “¿Cómo mantengo una conexión con el Creador, con lo inmortal que hay en mí?”. Ninguno de nosotros tiene tiempo para sentarse y meditar todo el día, para caminar por la ladera de la montaña con autoindulgencia. Tenemos un trabajo, una hipoteca, un esposo o esposa e hijos.
La clave está en entender que todo lo que ocurre es un milagro.
La Luz del Creador (bendiciones, plenitud, paz mental) se revela a una persona según sea su entendimiento. Dicho de forma sencilla, esto significa que cuando una persona es consciente y sabe que hay un Creador y que esta Fuerza gobierna el mundo entero, entonces atrae hacia ella la Luz del Creador. El entendimiento es la vasija que atrae la Luz.
Una de las razones más poderosas por las cuales a veces olvidamos la existencia del Creador es la “naturaleza”. Vemos el Sol que sale en la mañana y se pone en el anochecer; vemos las mareas que van y vienen; vemos un sistema que parece funcionar mecánicamente y por cuenta propia. No vemos en la superficie señales de un plan y una providencia Divinos. Para contrarrestar este error, el Creador, de vez en cuando, realiza lo que se conoce como un milagro.
Sin embargo, el propósito del milagro no sólo es el milagro en sí mismo. Lo más importante es que el propósito del milagro es recordarnos que hay un Creador que gobierna este mundo, Quien a su vez hace que el sol salga en la mañana y se ponga en la noche. ¡En realidad no hay diferencia entre un milagro y la naturaleza! Todo es un milagro. La naturaleza es simplemente milagros constantes del Creador, en movimiento.
Una vez que esta idea se instaura verdaderamente en nuestra mente, entendemos que todo es un milagro; cada inspiración que hacemos, cada mañana cuando despertamos.