El mayor regalo de Jesús, fue que él vio a todos
como quienes son realmente.
Se rehusó a aceptar las apariencias;
se rehusó a creer
lo que los demás creían de sí mismos.
Siempre tenía un pensamiento más alto,
y siempre invitó a todos a que lo imitaran.
Sin embargo,
también respetó lo que otros elegían ser.
No les solicitó que aceptaran
su idea más elevada,
sólo la presentó como una invitación.
Abordó, asimismo, la compasión,
y si otros elegían verse así mismos
como Seres necesitados de ayuda,
no los rechazó por su juicio imperfecto,
sino que les permitió que amaran su Realidad,
y amorosamente los asistió
en la expresión de su elección.
Jesús sabía que, para algunos,
el camino más rápido hacia Quiénes Son
era el camino a través de Quiénes No Son.
Él no lo llamó un camino imperfecto
y, por consiguiente, no lo condenó.
En cambio, lo vio también como "perfecto"
y, por lo tanto, apoyó a todos
para que fueran lo que querían ser.
Por esta razón, cualquiera recibía la ayuda
que le pidiese a Jesús. No se la negó a nadie,
pero siempre tuvo cuidado de observar
que la ayuda que otorgaba respaldara un deseo pleno
y honesto de la persona.
Si otros buscaron genuinamente la iluminación,
y expresaron con honestidad su preparación
para pasar al siguiente nivel, Jesús les dio la fortaleza,
el valor, la sabiduría para hacerlo.
Él se ofreció - debidamente - como un ejemplo
e incitó a las personas, si no podían hacer nada más,
a tener fe en él. Como el dijo,
no los conduciría por un mal camino.
Su alma está comprometida a despertar
a aquellos que buscan estar plenamente despiertos
y plenamente vivos en Mí.
Sin embargo, Jesus tuvo misericordia
de aquellos que no lo hicieron.
Rechazó la soberbia y, como su Padre en el cielo,
nunca emitió juicios.
El concepto de Jesús acerca del Amor Perfecto
consistía en conceder a todas las personas
la ayuda que solicitaban exactamente,
después de decirles la clase
de ayuda que podían recibir.
Nunca se negó a ayudar a alguien,
y mucho menos
lo haría basándose en el pensamiento
de que "tú te lo buscaste".
Jesús sabía que si daba a las personas
la ayuda que solicitaban,
en vez de únicamente la ayuda que él quería dar,
las estaba habilitando para el nivel
en el cual quedaban preparadas
para recibir la capacidad.
Éste es el camino de todos los grandes maestros.
Aquellos que caminaron por este planeta
en el pasado, y aquellos
que transitan por él en la actualidad.
Cuando tu ayuda se ofrece de forma tal
que crea una dependencia continua,
en vez de una independencia rápida.
Cuando permites que otros,
en el nombre de la compasión,
empiecen a depender de ti
en vez de que dependan de sí mismos.
Eso no es compasión, eso es compulsión.
Ustedes tienen una compulsión por el poder.
Esa clase de ayuda es, realmente,
un obstáculo para el poder de otros.
Esta distinción puede ser muy sutil,
y algunas veces, ni siquiera te das cuenta
de que obstaculizas el poder.
En realidad, sostienes la creencia
de que simplemente estás haciendo
lo mejor para ayudar a otros,
sin embargo, cuida de no alimentar
a través de los demás tu propia valía.
En la medida en que permitas
que otras personas te hagan responsables de ellas,
en esa medida habrás permitido
que te hagan poderoso. Y, desde luego,
ello te hará sentir apreciado.
Sin embargo, esta clase de ayuda
es un afrodisíaco que seduce a los débiles.
El objetivo es ayudar
a que los débiles se vuelvan fuertes,
y no propiciar que el débil se vuelva más débil