RECONOCER LOS LÍMITES:
El respeto por los demás empieza por el autorrespeto y esto conlleva
no solo el conocimiento de las propias necesidades y limitaciones,
sino también la capacidad para poner límites y aceptar o
respetar los que otros nos ponen.
Si no somos capaces de declararnos libres de estar o retirarnos de
decir de o callar de compartir lo que sentimos o de guardarlo en nuestro
corazón, ¿cómo podríamos conceder a otros esos derechos? Si nos
asusta correr algunos riesgos, por el temor a las consecuencias, es
muy posible que nos enojemos con aquellos de nuestro entorno que
sean más arriesgados o más aventureros que nosotros.
¿Cómo aprender a compartir la risa y el buen humor, que no sea
burla ni una falta de respeto, si no somos capaces de desarrollar
una auténtica habilidad de reírnos de nosotros mismos y de
nuestras tonterías cotidianas?
¿Cómo confiar en la honestidad y sinceridad de quien es hoy nuestro
compañero o compañera de ruta si nosotros sabemos que
no somos confiables ni auténticos?