Se dice que "de esperanza vive el hombre". Al repasar un poco lo que ocupa nuestros pensamientos, constatamos que la mayor parte de ellos se vuelve hacia el porvenir, ante todo, el inmediato. ¿Qué tengo que hacer? ¿A dónde ir? ¿Qué va a ocurrir? Tanto lo que deseo como lo que temo se presenta a mí, aun sin que tenga necesidad de reflexionar.
Pensamos en tomar ciertas decisiones que nos aseguran el porvenir (seguros, jubilación, patrimonio)…hacemos proyectos. Y aun cuando se realizan, a menudo la vida cambia sin avisarnos, y el porvenir se nos escapa de las manos. Cada uno sabe que su vida aquí en la tierra tendrá un fin. ¿Qué hay después de la muerte?
¿Qué espero yo? Formulada así, esta pregunta permanece sin respuesta. Pero como el rey David, el auto del Salmo 39, el cristiano se dirige al Señor y responde con confianza: "Mi esperanza esta en ti".
¡Que tranquilidad! ¡Que consuelo saber que Dios me amo! Aunque yo era un pecador, el Señor me salvo y se hizo cargo de mi durante el tiempo que permanezca en esta tierra y por la eternidad.
"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo". "La esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones" (Romanos 5:1,5).
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