Las personas que viven en países gobernados por dictadores reclaman libertad, las personas
que viven en un país demócrata no reclamarán esa misma libertad pero pedirán otras cosas en
nombre de la libertad con tal de elevar suposición social, con tal de alcanzar sus metas o con
tal de conseguir lo que desean aunque sea egoístamente. Pero, los humildes, comprensivos,
tolerantes o conformistas, ¿Han alcanzado ya la verdadera libertad? Una persona puede sentirse
atada o presa por el simple hecho de tener que estar atendiendo a otra que necesita ayuda,
por el contrario, un preso puede sentirse totalmente libre cerrando los ojos y recordando
los lugares que conoce o imaginando otros que le gustaría visitar. Luego entonces ¿Cuál
es la verdadera libertad? Está claro que para la mayoría de la humanidad sentirse libres es
no estar aprisionado entre cuatro paredes o en un recinto cerrado pero esto, aunque muchos
no se paren a pensarlo, está relacionado única y exclusivamente con el cuerpo físico. Cada
cual se puede sentir más o menos libre de acuerdo a lo que piense y crea que es, por tanto,
quien piense que él es el cuerpo físico se sentirá aprisionado siempre que no pueda ir a
donde le apetezca. Quien piense que es algo más importante que el cuerpo físico, se
puede sentir más o menos libre dependiendo de lo que piense y de los sentimientos y
deseos que generen esos pensamientos.
Cuando la humanidad daba sus primeros pasos no era totalmente consciente de las limitaciones
del cuerpo y del mundo físico como tampoco lo es el animal que desea cazar porque tiene
hambre pero no lo consigue porque no tiene suficientes cualidades o medios para ello.
El instinto no es la razón, el discernimiento ni nada parecido, por tanto si no se razona no
nos podemos decir a nosotros mismos ni darnos cuenta de que estamos limitados o que
no tenemos libertad. Cuando el hombre fue consciente de su cuerpo y del mundo físico
comenzó a razonar y a darse cuenta de las limitaciones de dicho cuerpo y mundo, y esto
fue empeorando según fue interiorizando y convenciéndose de que era el cuerpo físico.
Por si fuera poco, el hombre fue limitándose más y más según se identificaba con la materia
y se hacía dependiente de casi todo lo que le rodeaba. Es cierto que llegó un momento
en que comenzó a desligarse de algunos objetos, pero lo hacía para ligarse a otros nuevos.
Cada vez que el hombre pierde algo que ama egoístamente o que le ata, sufre y se apena
porque sigue identificado con el cuerpo físico y atado al mundo
material, lo que significa que no es libre.
Pero, ¿Son sólo las limitaciones del mundo y el cuerpo lo que nos ata? Aunque podríamos
decir que estos dos aspectos son la gran causa de que la humanidad siempre se sienta
limitada, impotente y falta de libertad; la realidad es otra y ésta se encuentra en los cuerpos
superiores llamados “de deseos” –emocional– y “mental”. Excepto las almas más avanzadas
en sentido moral, intelectual y espiritual, la mayoría de nosotros nos sentimos apegados y
limitados, no ya por el cuerpo físico sino por nuestros propios sentimientos y deseos.
Queremos ser bondadosos porque el mal carácter no nos lo permite; queremos ver la belleza
en el sexo opuesto y quizás terminemos viendo y deseando el cuerpo físico; queremos
ser honrado y una tentación puede impedir que lo seamos; queremos dedicarnos a
cultivar el Espíritu y el ocio nos domina y nos vence; queremos alcanzar cierto objetivo
y surge cualquier cosa que lo evita o lo ponen en contra nuestra; queremos…. Es
posible que en algunos de estos ejemplos sea el propio karma individual el que
nos limite e impida que logremos hacer lo que queremos, pero en la mayoría de los
casos suele ser: Primero, por falta de disciplina mental para pensar –y como efecto sentir,
desear y actuar– positivamente, y segundo, por que no actuamos como un
verdadero Yo superior o Ego.
Puesto que la mente domina –o al menos debería dominar– al cuerpo de deseos o emocional,
está claro que para actuar responsable y correctamente deberíamos utilizar la mente
conscientemente para no cometer errores ni actuar con maldad en ningún sentido, es decir,
sin malas acciones, sentimientos, deseos ni pensamientos. Pero, aun así y puesto que
vivimos en un mundo gobernado por leyes divinas, tampoco pueden salir las cosas bien en
una corto espacio de tiempo ni en un par de vidas; más que nada porque la Ley de
Consecuencia nos trae deudas del pasado. El mundo de deseos o emocional y El mundo
del pensamiento o mental, al igual que el físico, nos permiten cierta libertad pero siempre
dentro de unos límites. Estos dos mundos superiores son –hablando en sentido de
espacio– más grandes que el físico como el cuerpo de deseos y el mental también son
más grandes que el cuerpo físico y forman un aura alrededor del mismo.
También respecto a la libertad nos permiten, como dijimos al principio, ser más o menos
libre como podemos ver por medio en los siguientes casos:
1º.- Cuando en respuesta a una sensación, a un sentimiento o a un deseo, tomamos una
decisión y pasamos a la acción, una vez efectuada dicha acción ya no se puede rectificar;
nos hemos limitado a nosotros mismos creando una causa que en su momento tendrá
inevitablemente un efecto sobre nosotros.
2º.- Si la decisión no pasa a la acción y se queda en un sentimiento o deseo, siempre
somos libres de razonar profundamente para actuar o no o de manera que el efecto
kármico nos limite o no en un futuro.
3º.- Si hay que tomar una decisión y imponemos la razón y la buena voluntad sobre ella,
siempre seremos más libres todavía –sin sentimientos ni deseos que nos limiten o aten–
para actuar de manera que nuestro libre albedrío responda sin apego al mundo físico –en
busca de beneficio material– sin apego respecto al cuerpo de deseos –sin deseos materiales,
sentimientos de maldad, instintos bajos o pasiones– y sin actuaciones irrazonadas
o automáticas de la mente.
Dicho esto, está claro que somos libres de decidir y que podemos hacer uso de la voluntad
para bien o para mal, y también está claro que sea la decisión que sea puede tener un efecto
limitador sobre nosotros, sea total, parcial o en cualquier sentido. De aquí que la manera
de liberarse de las ataduras y de las limitaciones del cuerpo y del mundo físico sea a través
de la voluntad. Las leyes divinas nunca dejan de actuar y sus fuerza son tan efectivas e
invisibles como la de la gravedad que hace que si lanzamos una piedra hacia arriba vuelva
hacia nosotros por su propio peso. Todo lo que hoy es el mundo físico con todos los
descubrimientos, adelantos y tecnologías es fruto de millones de años y de causas y
efectos desde que la humanidad dio sus primeros pasos e hizo sus primeras causas.
Según hemos ido evolucionando nos hemos ido liberando un poco más en todos los
sentidos mencionados, pero mientras sigamos pensando que somos el cuerpo o la
mente no comprenderemos que es la voluntad, utilizada conscientemente, la que nos
puede liberar definitivamente de los efectos kármicos producidos por nuestros diferentes
cuerpos. Es la voluntad la que debe evitar que las influencias externas –de circunstancias
o personas– y los problemas estimulen en nosotros los sentimientos y pensamientos negativos;
es la voluntad la que se debe imponer sobre el cuerpo de deseos y la mente para que no se
dejen dominar por todo aquello que no sea amor, fraternidad, altruismo, compasión…;
es la voluntad la que debe evitar que la personalidad se desvíe del camino de perfección
criticado, juzgando y perdiendo el tiempo en hechos que no aportan ningún beneficio
espiritual; es la voluntad la que debe evitar los enfados, las discusiones y enfrentamientos
y todo lo que sea un veneno para nuestros cuerpos.