1. EL INSTINTO DE APAREAMIENTO
A pesar de la diferencia de personalidad entre hombres y mujeres, el impulso sexual es suficiente para asegurar su unión para la reproducción de la especie. Este instinto operaba efectivamente mucho antes de que los humanos experimentaran lo que más recientemente se ha llamado amor, devoción y lealtad matrimonial. El apareamiento es una propensión innata, el matrimonio es su repercusión social evolucionaria.
El interés y deseo sexuales no eran pasiones dominantes en los pueblos primitivos; ellos simplemente las aceptaban. La entera experiencia reproductora estaba libre de embellecimientos de la imaginación. La pasión sexual que todo lo absorbe de los pueblos más altamente civilizados se debe principalmente a la mezcla de razas, especialmente allí donde la naturaleza evolucionaria ha sido estimulada por la imaginación asociativa y la apreciación de la belleza por parte de los noditas y adanitas. Pero esta herencia andita fue absorbida por las razas evolucionarias en cantidades tan limitadas como para no conseguir proveer suficiente autocontrol para las pasiones animales así desencadenadas y estimuladas por la dote de una conciencia sexual más aguda y de impulsos más intensos de apareamiento. De entre las razas evolucionarias, el hombre rojo era el que tenía el código sexual más elevado.
La reglamentación del sexo en relación con el matrimonio indica:
1. El progreso relativo de la civilización. La civilización ha demandado cada vez más frecuentemente que el sexo se gratifique en forma útil y de acuerdo con las costumbres.
2. La cantidad de sangre andita en un pueblo. Entre dichos grupos el sexo se ha vuelto la expresión tanto de las más altas como de las más bajas naturalezas tanto física como emocional.
Las razas sangik poseían pasiones animales normales, pero demostraban poca imaginación o apreciación de la belleza y del atractivo físico del sexo opuesto. Lo que se llama atracción del sexo está virtualmente ausente aun ahora entre las razas primitivas; estos pueblos no mezclados poseen un claro instinto de apareamiento pero no tienen suficiente atracción sexual como para crear problemas serios que requieran control social.
El instinto de apareamiento es una de las fuerzas impulsoras físicas dominantes en los seres humanos; es la emoción que, bajo la apariencia de la gratificación individual, engaña al hombre egoísta, efectivamente haciendo que éste coloque el bienestar y la perpetuación de la raza muy por encima del alivio individual y la libertad personal de las responsabilidades.
Como institución el matrimonio, desde sus primitivos comienzos hasta los tiempos modernos, ilustra la evolución social de la tendencia biológica a la autoperpetuación. La perpetuación de la especie humana en evolución está asegurada por la presencia de este impulso racial de apareamiento, un ímpetu que se llama vagamente atracción sexual. Esta gran necesidad biológica se vuelve el núcleo del impulso para todo tipo de instintos, emociones y costumbres asociadas —físicas, intelectuales, morales y sociales.
Entre los salvajes, la consecución de alimentos era la motivación principal, pero cuando la civilización asegura suficiente alimento, el impulso sexual se vuelve muchas veces un impulso dominante y por consiguiente necesita por siempre de la reglamentación social. En los animales, la periodicidad instintiva controla la propensidad al apareamiento, pero puesto que el hombre es en gran parte un ser autocontrolado, el deseo sexual no es periódico, por lo tanto se torna necesario para la sociedad imponer el autocontrol sobre el individuo.
Ninguna emoción o impulso humano, cuando no se le enfrena pero se le da rienda suelta, puede producir tanto daño y pena como este poderoso impulso sexual. La sumisión inteligente de este impulso a las reglamentaciones de la sociedad es la prueba suprema de la realidad de toda civilización. El autocontrol, más un autocontrol en constante aumento, es la demanda cada vez mayor de la humanidad en avance. El secreto, la falta de sinceridad y la hipocresía podrán oscurecer los problemas sexuales, pero no proveen soluciones, ni tampoco avanzan la ética.
LU 914