Francisco Nieto Vidal
Actualmente ya se ha demostrado científicamente que el sonido, las oraciones,
los sentimientos y los pensamientos tienen un efecto sobre la materia. Por tanto
y hablando del efecto que puede tener la música, podríamos comenzar por decir
que basta fijarse en el ambiente, en el efecto y la clase de personas que van a
un concierto de rock duro en comparación con las que van a
un concierto de música clásica o sacra.
Respecto a la buena música, hay que decir que la “música de fondo”, decisivamente
considerada como una perpetuación de la mediocridad, puede ser muy útil si es
debidamente utilizada. La música durante el trabajo es benéfica para mejorar
la eficacia de los trabajadores y también para calmar los nervios, tanto durante
el trabajo como después de él, en una especie de “reacción tardía”.
Sin embargo deben considerarse algunos criterios: la música debe ser suave y
concordante con la realidad acústica del lugar, las composiciones simples, familiares,
clásicas y sacras son las más efectivas. Ni jazz ni música disonante sin ritmo,
así como tampoco cierta música clásica contemporánea “pesada”, tal como
algunas óperas son aconsejables en este contexto. La música debe “flotar en
el aire sin interferir con los procesos razonadores”.
Naturalmente hay una gran diferencia entre la “música de fondo” y aquella que
puede ser escuchada conscientemente, nuestra habilidad para apreciar
la buena música surge del desarrollo interno.
En mi opinión, la música moderna es el reflejo de la inseguridad de la sociedad
actual. Al mismo tiempo, las limitaciones del estilo y forma impuestas por
seudocríticos y “expertos” pueden frenar la creatividad (aunque a veces
mantienen un cierto grado de inteligencia en la expresión). Hubo grandes
compositores que revolucionaron los esquemas musicales impuestos -Wagner,
Beethoven, Mozart, Bach, etc- ellos fueron criticados pero
también rotundamente admirados.
Cada uno es responsable de la música que escucha y del uso que hace de
sus talentos. De la misma manera que la “música de las esferas” sostiene la
armonía de la creación, así mismo la música hace su parte en el Alma
individual –como resultado de sus configuraciones- sosteniendo
la armonía de la creación humana.
Científicos han descubierto que el feto reacciona a la música con una alteración
en el promedio de sus latidos, hace años, cuando el doctor norteamericano
C. Olds colocó un auricular junto al vientre de una madre, el bebé
respondió inmediatamente, “como si quisiera bailar”.
Se ha notado también que diferentes clases de música causan diferentes
frecuencias en las pulsaciones y se ha podido pronosticar en parte la
personalidad del bebé tomando ésto como base.
Se está considerando la posibilidad de aplicar la música como tratamiento
en la preparación al parto, lo cual confirma el poder curativo de la música.
Las madres, por consiguiente, deberían elegir muy bien la clase de música
-así como otros factores- que rodean el ambiente en donde crecerá el niño.
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