Los kabbalistas afirman que la mayoría de nosotros huye de lo que tiene que lograr
en su vida encontrando excusas para evitar hacer el trabajo espiritual que nació para llevar a cabo.
Los sabios revelan que cuando un hombre que ha evitado la espiritualidad se
presente ante el Creador y se le pregunte por qué no cambió, la persona sacará
su saco de excusas: “Estaba demasiado ocupado intentando sobrevivir”, “Fui una
buena persona”, “No sabía que Tú existías realmente”. Entonces, Dios le dirá:
“Tienes todas las excusas, pero no lograste lo suficiente en esta vida.
Ahora debes volver al mundo y hacer más”.
¿Qué hay en nuestra naturaleza humana que evita que nos exijamos lo suficiente?
La respuesta es simple: cuando sentimos que el trabajo espiritual es obligatorio, nos
resistimos a éste. ¿Cómo reaccionas cuando alguien te dice que debes hacer algo?
Es probable que luches contra ello. Lo mismo ocurre cuando nos decimos
a nosotros mismos que “tenemos que”.
Borremos el verbo “tener que” de nuestro vocabulario.
La razón por la que hacemos el trabajo espiritual es que es por nuestro propio
beneficio. Y es importante recordar que nuestra alma se encarnó por una razón
específica. La Kabbalah enseña que el motivo principal por el cual somos
humanos es transformarnos a nosotros mismos.
El gran Kabbalista llamado el Netziv (Rav Naftali Zvi Yehuda, Berlin 1816 - 1893),
aclara este concepto en un discurso que da a sus estudiantes:
Cuando tenía once años, era una causa perdida como estudiante. Una noche,
escuché a mis padres en la habitación de al lado hablando de mí. Mi madre estaba
llorando y diciéndole a mi padre: ”¿Qué vamos a hacer con nuestro hijo? Un día de
estos lo expulsarán ¿y entonces que será de él?“. A medida que la escuchaba,
podía sentir su ansiedad tan plenamente como si fuera la mía. Me prometí a mí
mismo que a partir de aquel momento trabajaría para desarrollar mi potencial.
Mantuve mi palabra y crecí hasta convertirme en el estudioso
que tienen ante ustedes ahora.
Si no hubiera escuchado a mis padres aquel día, me habría convertido en una persona
buena pero ordinaria, puesto que estaba en mi naturaleza hacerlo así. Pero imaginen
qué hubiera pasado cuando, después de dejar este mundo, hubiera llegado
a ese lugar llamado “Corte Celestial”, donde me habrían mostrado todo lo
que podría haber logrado. ¡La pena que hubiera sentido! No hay un infierno
mayor que ver lo que podríamos haber hecho y hemos fallado en hacer.
Utilizo este discurso como ejemplo para mostrar que necesitamos empujarnos a nosotros
mismos, tan lejos como podamos, para llegar a ser lo mejor que podemos ser. Y no
sólo me refiero a nuestras situaciones de trabajo. Tenemos un trabajo mucho más
importante que realizar: la corrección de nuestra alma.
Sé que después de estudiar y vivir la Kabbalah durante un tiempo, algunos estudiantes
caen en la trampa de volverse religiosos: “Debo hacer esto”, “Tengo que hacer aquello”.
Esta es una semana perfecta para reexaminar los motivos por los cuales estudiamos
la Kabbalah y para volver a establecer contacto con el deseo que
nos motivó a buscarla en primer lugar.
Haz un hábito de tomarte momentos a lo largo de tu día para cerrar tus ojos y
preguntarte: “¿He ido más allá de mis responsabilidades inmediatas? ¿Estoy
dando pasos hoy hacia el logro de mi propósito en este mundo?”.