A LAS MADRES
La madre es el alma de todos los seres humanos,
la palabra de todos los labios,
el secreto de todos los corazones,el inicio de
todos los amores y la sangre de todas las vidas.
Tú eres, madre moderna, el calor y la tibieza de la casa.
Y cuando te vas de ella, también los hijos
salen a caza de emociones.
En esa edad hay miedos internos,
sacudidas de los sentidos
que moldean mal la conducta,
rebelión y rechazo ante su soledad.
Hay un ansia de saber y de probar,
con la que cualquiera puede
robarse el alma todavía inexperta de la juventud.
El hogar está en una crisis inquietante, problemática,
y sólo la madre puede medirla
y hurgar en ella con ese talento especial que le da el amor.
¿Qué sabes de su soledad,
de los problemas de su mundo adolescente,
de la búsqueda de su vocación y sus valores?
Hay que estar con los sentidos alerta y el corazón vigilante.
¿Quién puede, como la mirada de la madre, entrever todo eso?
La madre es maestra por amor, no por oficio o por accidente.
Con pequeñas preguntas, dale grandes
y valiosas respuestas.
Con cualquier comentario trivial,
dale un sólido argumento moral.
Con cualquier falso razonamiento,
enséñale la verdad y la mentira,
lo real y lo ficticio, la locura y la cordura,
los sueños y las realidades.
Cuidar a los hijos y formarlos debiera
ser un interés primordial,
un instinto del que no podamos sustraernos.
No es difícil que una casa tantas
horas sola deje margen al vicio,
que viene con el pretexto de
acompañarlo y divertirlo.
No es difícil que tu mente,
funcionando con mil problemas afuera,
deje espacio adentro para el ocio,
la vagancia y los peligros.
No es difícil que, llevándote
las horas frescas,
rendidoras,jugosas y activas,
el hogar resulte frío, invivible.
Esas horas llenas de luz,
que entre trajín
y trajín se prestan a la intimidad
y las confidencias,
se las cambias por horas atardecidas,
en que llegas consumida, agotada,
sin ganas de nada,
cuando ya tus energías no rinden,
tu mirada no percibe
y tu corazón no tiene capacidad
para una amorosa convivencia.
Oye el trino de cada hijo,
porque son ellos los pájaros de tu tierra.
A los hijos hay que treparlos a nosotras,
madres modernas,
para que nos lloren y nos canten en el hombro.
Y pegarnos a ellos como estampas,
cubriéndoles el corazón.
Hasta para el peor de los hombres,
la madre puede ser algo sagrado.
La formación de los hijos es esencial
para entender la obra creadora de la mujer.
El hijo para ti, madre moderna,
debe ser una entrega y una búsqueda constante.
La madre son los hijos. Los hijos son el hogar.
y los hogares son el mundo y la sociedad.
No esperes a rectificar con lágrimas,
ni a que lo único que los una sea la culpa…
No esperes a que el hijo deje el hogar…
para decidir atraerlo y dedicarte a él.
No esperes a que sus dudas
y sus secretos estén bien sepultados,
para que te entre la desesperación
de adivinarlos y entenderlos.
No esperes a que esté perdido y marcado,
para querer pedir a Dios el milagro que lo salve.
No esperes a ganar dinero para darle la mano.
No esperes a tener una envidiable
posición para levantarlo.
No esperes descuidar el surco,
para luego reclamar las flores y los frutos.
Hay retos muy grandes que afrontar.
Un hogar es más que una economía brillante,
es más que un ejemplo de prisas
y de abundancias,
es más que un hotel para entrar y salir,
es más que un cuarto,
una televisión y un teléfono.
Un hogar, es como la historia
futura de tus hijos que,
amasada a tiempo por tus manos,
siempre dejará algo valioso:
un polen, una raíz, un pétalo, un perfume…
¡hasta que poco a poco se te entregue en rosa!
Zenaida Bacardí de Argamasilla