En la personalidad de Jesús había algo de agradable e inspirador que atraía invariablemente a los jóvenes.
El Libro de Urantia. Pág. 1417
Hoy como nunca, los adultos necesitamos seguir el ejemplo de Jesús, para poder llegar a los niños y a la juventud y entregarle valores dignos de ser imitados, no bajo amenazas de castigos sino de forma tal, que esos valores sean atrayentes para ellos, recordemos lo que Jesús nos dice: " al enseñar debéis siempre saber adaptar vuestra presentación de la verdad a la mente y corazón de los presentes. Cuando os halláis frente a una muchedumbre de intelectos y temperamentos variados, no podéis hablar palabras diferentes para cada tipo de oyente, pero sí podéis contar una historia que trasmita vuestra enseñanza. Cada grupo, aun cada individuo hará así su propia interpretación de vuestra parábola, de acuerdo con sus propias dotes intelectuales y espirituales.
Si este consejo vale para los adultos, con mayor razón para la juventud actual, cuyos intereses nos parecen tan diferentes a los nuestros, y lo peor es que no hacemos nada por comprender sus puntos de vista y mas que tratar de entenderlos, los ignoramos porque en cierta forma nos asusta su violencia, su falta de vocabulario, sus afanes y amistades y este miedo paraliza cualquier intento de entendimiento, en vez de crear un ambiente de armonía que facilite no el monólogo, sino el diálogo con ellos. Jesús "Siempre hacía que se sintieran a gusto en su presencia. Quizás su gran secreto para permanecer entre ellos consistía en el doble hecho de que siempre se interesaba por lo que estaban haciendo, mientras que raramente les aconsejaba, a menos que se lo pidieran"1417
La única forma de acercarnos a la juventud es tratando de comprenderla sin juzgarla a priori, porque no siempre sus actitudes son malas, también los jóvenes tienen muchas cosas buenas y debemos recordar que "conocer a nuestros hermanos y tratar de amarlos es una de las experiencias más lindas de la vida"1431 pero ésto requiere de tiempo, de paciencia y sobre todo de mucha conciencia de lo que decimos y hacemos, para lo cual es indispensable el recordar que en nosotros mora el Espíritu residente, dispuesto siempre a prestarnos su ayuda.
Todos los padres amamos a nuestros hijos, pero ¿que hacemos por comprenderlos? Cada día la niñez termina más pronto y la adolescencia comienza a más temprana edad y ella no es sólo el desarrollo corporal, sino también el desarrollo moral e intelectual, lo cual hace que esta sea una etapa difícil y confusa también para nuestros hijos, en la cual necesitan la guía firme pero silenciosa de los padres, en donde más que con las palabras, sermones y prohibiciones, sea nuestro ejemplo permanente el que les entregue valores, porque no podemos esperar ocasiones especiales para enseñarles a crecer, porque esta enseñanza es la vida misma, porque es en ella donde le podemos ayudar a desarrollar creencias morales sólidas que los guiarán por el resto de su vida. "A medida que pase el tiempo, los padres y los hijos se amaran más y así surgirá una mayor comprensión del amor del Padre por sus hijos de la tierra"1597 porque "cada día que vive un verdadero creyente, le resulta más fácil hacer lo que es recto. 1740
Si queremos guiar a nuestros hijos por la buena senda, recordemos que "si queréis guiar a otros, debéis vosotros mismos caminar en la luz clara de la verdad viviente"1571 porque nadie puede dar lo que no tiene... El amor no posesivo, ni tampoco consentidor, será siempre el faro que ilumine el sendero de nuestros hijos, porque ellos tienen que aprender a volar con sus propias alas...porque son nuestros hijos, pero no nos pertenecen, ellos también son Personas individuales y diferentes a nosotros.
Recordemos que "el amor es la realidad suprema del universo, cuando proviene de seres sabios, pero puede ser un rasgo peligroso y egoísta tal como se manifiesta en la experiencia de algunos padres. Asegúrate pues, que el amor a tus hijos, sea controlado por la sabiduría y guiado por la inteligencia" 1922 lo cual sólo es posible cuando actuamos unidos al Espíritu divino que en nosotros reside.
No olvidemos que interesarnos por nuestros hijos y el ejemplo que les demos, vale mucho más que el sermonearlos continuamente.
yolanda silva solano