Desde muy pequeñitos los seres humanos sentimos paz cuando el calor de una mano sujeta con amor la nuestra. Esa misma serenidad la deberíamos buscar ahora ya adultos en Dios, pues para nuestro Padre de los cielos, seguimos siendo sus niños indefensos y temerosos, que necesitamos ayuda y por eso nos envíó a Jesús, a traernos la paz y la serenidad a nuestras almas, pero si nos olvidamos que Él es nuestra fuerza, es muy fácil que ante cualquier situación imprevista, nos dejemos paralizar por el temor y el miedo a lo desconocido, a no ser amados, a no ser valorados, a perder lo que con esfuerzo hemos ganado, muchos son los que sienten miedo a la muerte, a ver atacada su fe y sus valores por los mismos que nos los deberían dar. Algunos se dejan influenciar por los profetas y canalizadores que anuncian toda clase de tragedias, porque saben que los temorosos pierden su individualidad y son tierra fértil para sus fines personales.
El miedo ataca nuestra salud y puede transformarse en patología, cuando se transforman en fobias que van mas allá de todo lo razonable, como es el miedo a las arañas o a viajar en avión, etc.
Por eso Jesús nos aconsejaba “no os dejéis enceguecer por el prejuicio, ni paralizar por el miedo”1745. El miedo nace de un prejuicio, de una creencia en algo que está la gran mayoría de las veces sólo existe en nuestra imaginación, nos adelantamos a los hechos y nos angustiamos por un resultado imprevisto. Si tuviésemos más fe en Dios y en nosotros mismos, sufriríamos mucho menos. El Maestro nos dice: “no estés constantemente con ansiedad excesiva en cuanto a tus necesidades diarias. No os atribuléis por los problemas terrestres, en todas las cosas, orando y suplicando con un espíritu sincero de gratitud, despliega tus necesidades ante los ojos de tu Padre que está en los cielos. 1640. Pero esa oración de la cual nos habla Jesús, no puede ser una oración solamente oral, nada sacamos con balbucear letanías aprendidas, es preciso que nuestra oración sea consciente, que sea una verdadera y real conversación con ese Dios que mora en nuestra alma, es hablar con el amigo, contarle con toda confianza nuestras cuitas y problemas y tener fe que Él nos escuchará dándonos muchas veces, no lo que le estamos pidiendo sino lo que en verdad necesitamos.
Nuestra fe debe estar llena de entrega a que se haga su voluntad, porque sin duda, ella será lo mejor, nosotros sólo vemos el presente y somos incapaces de evaluar las consecuencias futuras, en cambio Dios sabe lo que realmente nos conviene, que bueno sería que cada vez que nos sentimos presionados, que sentimos miedo, pudiésemos decir: “Si Dios está conmigo, he determinado que no albergo dudas en mi corazón 1453, por tanto estoy pronto a entregarle “mi voluntad para que se haga su voluntad. 1303.
Pero esta fe, esta confianza en nuestro Padre, requiere de una fe viva, porque “no puede haber paz en el corazón, ni progreso en la mente, a menos que os enamoréis de todo corazón de la verdad, de los ideales de las realidades eternas, porque no es el temor de una religión muerta la que os salvará, sino más bien vuestra fe en una experiencia viviente de las realidades espirituales del reino. Deberíais comenzar a liberaros de la esclavitud del temor y de la duda al entrar a vivir una nueva vida de fe y esperanza1745, porque “la esperanza de una nación, de un mundo mejor, está vinculada con el progreso y el esclarecimiento del individuo, porque la religión debe ser realidad en la experiencia personal. 1630.
El temor y el miedo van desapareciendo cuando nos damos cuenta que como seres humanos, tanto nosotros, como nuestros problemas del vivir son reales, y que no podemos escapar de ellos mientras estemos vivos, pero a la vez recordar que en nosotros mora el YO superior, el Ajustador, el Espíritu residente, como queramos llamarlo es la esencia de Dios, que nos dice: “pon tu mente a trabajar para resolver tus problemas, enseña a tu intelecto a que trabaje para ti, no te dejes dominar por el temor, como si fueras un animal que no piensa. Tu mente debe ser tu aliado valiente para la solución de los problemas de tu vida, en vez de ser tú, como lo has sido, un esclavo atemorizado, siervo de la depresión y la derrota. 1438.
El miedo, el temor, nacen de la incapacidad de controlar algo, de la inseguridad en nosotros mismos, y a su vez esta inseguridad nace de nuestra falta de voluntad para controlar nuestro entorno y nuestras emociones. Nos falta ver y sentir a Dios por la fe, lo cual significa adquirir el verdadero discernimiento espiritual, el cual nos permitiría ver la realidad con otros ojos. “El discernimiento espiritual aumenta la guía del Ajustador y estos dos, terminan por aumentar la conciencia de Dios. Cuando conoces al Padre, estás seguro de la filiación divina y puedes amar cada vez más a cada uno de tus hermanos en la carne, no sólo como hermano, con amor fraterno, sino también como padre, con afecto paterno. 1574.
Si queremos realmente evolucionar, colaborar con nuestro Espíritu residente, lo primero que tenemos que hacer es mantenernos armónicos, aun en medio de los problemas, porque “es en los momentos de prueba cuando se revela el alma del hombre, la prueba revela lo que verdaderamente alberga su corazón1824. Si logramos aprender a ver a Dios, no como un ser lejano sino como nuestro Padre y amigo, ninguna aflicción, ningún temor ni miedo podrá anidarse en nuestro corazón. Podemos sentir por un momento estas sensaciones, porque somos humanos y nuestra naturaleza es frágil, pero estas sensaciones serán momentáneas, aves de paso, que volaran muy lejos cuando recordemos nuestra filiación divina y sintamos que Jesús sujeta nuestra mano y nos dice Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida
yolanda silva solano
|