Existe una historia sobre un gran sabio quien, al final de sus días, estaba tan enfermo y débil que sólo podía susurrar. Sin embargo, continuaba instruyendo a sus estudiantes, quienes se sentaban muy cerca de él y lo escuchaban por horas. Un maestro de la localidad que observó esto estaba asombrado y cuando preguntó a un estudiante por qué estaban tan atentos, éste respondió:
“Sabemos que si uno de nosotros tuviese que hablar con nuestro maestro y tuviésemos que susurrar, el se inclinaría a escuchar lo que tenemos que decir por el tiempo que fuera necesario”.
Si queremos alcanzar el nivel en el que podamos enseñar a otros, debemos primero aprender a escuchar a otros. |