El fundador del Centro de Kabbalah, Rav Áshlag, explica en su
introducción de las Diez Emanaciones Luminosas: "Nada en este
mundo es realmente nuestro. Aunque trabajemos por algo, lo que
recibimos como resultado no es en realidad una posesión... Debemos
ver todo en este mundo como si viniera del cielo".
Es un concepto poderoso, ¿verdad? Nada de lo que recibimos en
el mundo, nada con lo que nacemos, nos pertenece realmente.
Somos meramente un receptor de todas las bendiciones que llegan
a nosotros y es nuestro trabajo cambiar de ser una vasija a ser un
canal compartiendo esas bendiciones: nuestro dinero, nuestro
tiempo, nuestro amor, nuestra amistad, nuestro
talento, de la mejor manera posible.
Cuando empezamos a creer que somos la fuente de las bendiciones
de nuestra vida y que merecemos o hemos creado sin ayuda todo
lo que tenemos, estamos diciendo en esencia que no necesitamos al
Creador. Y con esa conciencia nos desconectamos de la Luz, que
sólo descansa allí donde hay un deseo verdadero por ella.
Como estudiantes de Kabbalah aprendemos al principio de nuestros
estudios que la forma de recibir más Luz es compartir la Luz que
tenemos. Vivir verdaderamente esta sabiduría significa que empezamos
a vernos como los gerentes de nuestras bendiciones en lugar de los
propietarios. ¡Entonces podemos convertirnos en un canal para la
Luz del Creador! Es un cambio muy dramático en nuestra conciencia
y no es fácil de hacer, pero los resultados del esfuerzo valen la pena.