El amor, esa maravilla
Cuando se te dio el regalo de la vida humana, se olvidaron de
darte un manual de instrucciones. Algunos no lo necesitan. Pero
a otros se les ha dado equivocado. Estos últimos ven la vida
como algo que les angustia, les llena de ansiedad, de miedos y deseos. Esto es
el resultado del manual que les ha proporcionado su cultura.
No es la naturaleza la causa del sufrimiento, sino el corazón del hombre
lleno de deseos y de miedos que le inculca su programación desde la mente.
La felicidad no puede depender de los acontecimientos. Es tu reacción ante los
acontecimientos los que te hace sufrir. Nacimos en este mundo para renacer,
para ir descubriéndote como un hombre nuevo y libre.
La atracción que brota de ti no es amor. Eso que llamamos amor es un
gusto por sí mismo, un negocio de toma y daca, y de condicionamientos: tanto
como me ames te amaré. Es una dependencia, una necesidad de lograr una
felicidad que nos reclama desde dentro (porque tú eres felicidad y has nacido
para ser feliz), pero nuestra propia inseguridad hace que la reclamemos al
exterior y lo hagamos con exigencias, compulsivamente y con miedos a que se
escape. Lo manifestamos con un deseo de posesión, de controlar al otro, de
manipularle, de apegarme a él, por la ilusión de creer que sin él, yo no podré
ser feliz.
El amor de verdad es algo no personal, pues se ama cuando el «yo»
programado no existe ya. El esforzarme yo por ver cómo eres tú, y
comprenderte y aceptarte tal cual eres, ese es el amor. Esto no excluye que
tenga preferencias. Yo prefiero la relación con personas determinadas porque
esa relación es más gozosa, pero esa preferencia ha de dejarme libre para
gozar con la amistad de los demás, para escuchar los demás instrumentos.
Cada relación tiene un sabor y unas características distintas. Hay proyectos
que se dan en una relación y no en otra, pero ninguna de ellas puede, cuando
se ama, excluir a las demás.
Cuando amas a una persona de verdad, ese amor despierta el amor a tu
alrededor. Te sensibiliza para amar y comienzas a descubrir belleza y amor a
tu alrededor.
El enamoramiento, en cambio, es de lo más egoísta. El amor de verdad
es un estado de sensibilidad que te capacita para abrirte a todas las personas y
a la vida. Y, cuando amas, no hay nada más fácil que perdonar.
Aceptar a las personas que todo el mundo rechaza, y no porque no veas
sus fallos, sino precisamente porque los ves como realmente son, de dónde
proceden y cómo se parecen a los tuyos, que ya tienes aceptados.
Aceptas también no tener razón, escuchando las razones de los demás
con interés. Y, sobre todo, sabes responder al odio con el amor, no porque te
esfuerces en ello, sino como milagro de la comprensión del amor verdadero
que ve a la persona tal cual es.
Estas son las tres señales de estar despierto: perdonar, aceptar y
responder ante todo con el amor.
MÁS O MENOS IGUALES
Cuando sabes amar será señal de que has llegado a percibir a las
personas como semejantes a ti. Nadie hay mejor ni peor que tú. Es posible que
el otro haya obrado mal en la misma circunstancia y tú no, pero habrá sido por
su programación, o por circunstancias anteriores que ahora le han hecho por
miedo comportarse así. Todos tenemos las mismas inclinaciones y, la prueba,
es que si nos molestan los fallos de los demás es, precisamente, porque nos
están recordando nuestros propios fallos, y si nosotros no nos permitimos el
fallar... o no queremos reconocérnoslo... ¿Cómo vamos a aceptárselos a los
demás?. En cuanto tú te reconoces lo tuyo, ya no te molesta verlo en los
demás.
De haber sido yo víctima de la violencia, de la represión, de la crueldad
o el sadismo, y, además, estar drogado por una programación que me da
inseguridad y dispara mis deseos de poder, ¿Quién sería yo?. Sería
seguramente dictador, o asesino, o cualquier otra clase de malhechor. Jesús se
daba cuenta de que, como todo hombre, no era mejor que los demás. Y lo dijo:
«¿Por qué me llamáis bueno..?». Era mejor porque estaba despierto, con los
ojos bien abiertos a la realidad, porque había vivido mucho, conocido a
muchas personas y había aprendido a amarlas de verdad, pero sabía que eso no
es ser más que los demás. Jesús no rechazaba a los malos porque los
comprendía, pero sí rechazaba a los hipócritas que falseaban la verdad y
ensuciaban la bondad. Rechazaba a los que se sometían a los poderosos y eran
crueles con los débiles. Lo que rechazaba era su actitud, y se lo decía en la
cara para que despertasen Hasta que no veas a las personas inocentes no
sabrás amar como Jesús.
Y si te apetece, recuerda que hoy es Domingo.
Todavía puedes ver de Anthony de Mello en
formato Power Point:
"El Amor no es Dependencia"
Si quieres, claro.
Aquí lo tienes.