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Las dificultades pueden desafiar la mediocridad y derrotar al temeroso, pero sirven de estímulo para los verdaderos hijos de Dios
Libro de Urantia. Pág. 556
El fracaso es la gran prueba para nuestro ego que suele creerse imbatible, nuestro orgullo es quien sale más lastimado cuando se ve enfrentado tanto al fracaso espiritual como al material y entonces nos cuesta perdonarnos a nosotros mismos, nos duele no ser capaces de ser mejores de lo que esperábamos.
Sin embargo, "los individuos conocedores de Dios, no se desalientan por la desgracia, ni se deprimen por las desilusiones y los fracasos. Los candidatos para la vida eterna, practican una técnica vigorizante y constructiva para enfrentar todas las vicisitudes y todos los agobios de la vida mortal. "El fracaso es una prueba necesaria si queremos alcanzar la perfección, porque sin él nos volveríamos insoportablemente orgullosos, pòrque al hacerlo y adaptarnos a la derrota, estamos demostrándonos a nosotros mismos que nuestra espiritualidad es verdadera, pues "la carrera del hombre que busca a Dios, puede ser triunfal a la luz de la eternidad, aun cuando la vida temporal parezca un rotundo fracaso, siempre y cuando cada una de sus pruebas haya producido sabiduría para su espíritu.1438 porque "cuando un almaque sufre tiene una visión de Dios, se produce una paz interior que sobrepasas toda comprensión humana.1663
“Si fracasas ¿te levantas para probar de nuevo? Si triunfas ¿mantienes una actitud equilibrada, estabilizada y espiritualizada? 1102 La respuesta sincera a estas simples interrogantes, es la mejor ayuda para calibrar el grado de espiritualidad que hay en nosotros, porque nos pone en los dos extremos de una misma recta, el éxito y el fracaso. Ellos no se nos dan por casualidad y de ambos debemos aprender a sacar conclusiones que vayan más allá de lo mediático, para que al saber sacarles el verdadero significado, se transformen en experiencias de vida que nos sirvan para después de la muerte, para la vida eterna.
Las dificultades, los fracasos no son sino escalones que si sabemos superarlos nos permiten alcanzar el éxito, porque éste, no es posible conseguirlo sin experiencia y estamos en esta vida para aprender a sortear las dificultades y los problemas inherentes a nuestra condición de humanos, usando nuestra mente y nuestra espiritualidad “la religión no elimina ni destruye los problemas humanos, pero los disuelve, los absorbe, los ilumina y los trasciende. 2093 pues " la experiencia de una vida religiosa dinámica transforma al individuo mediocre en una personalidad de poder idealista.1094
Lo importante no son los fracasos en sí mismos, sino la forma como nosotros los tomamos y como aprendemos a sacar conclusiones constructivas de todos ellos. Jesús no consideraba este mundo, un valle de lágrimas, sino la esfera donde nacen los espíritus eternos e inmortales en la ascensión al Paraíso. Esta tierra, es el valle para forjar almas 1675 pues “para el hombre mortal, la existencia equivale al crecimiento.1280 A los problemas hay que darles tiempo, para poder verlos en su justa dimensión porque “muchas perplejidades humanas, son en realidad inexistentes. Muchos de los problemas aparentemente graves, sólo son la creación del temor exagerado y el resultado del recelo magnificado. La mejor manera de solucionar problemas enmarañados, consiste en alejarse de ellos por un tiempo.1611
El fracaso bien aprovechado, es la antesala del éxito, porque si nuestra mente lo sabe revertir habremos adquirido una experiencia personal que nada ni nadie nos podrá arrebatar, pues el ejemplo sin duda ayuda a hacer las cosas, pero nada es comparable a la propia experiencia porque “cada vez que el hombre hace una elección moral reflexiva, al instante experimenta una invasión divina en su alma. 2095
Cuando las dificultades, los problemas o los fracasos toquen nuestra vida, no les cerremos la puerta como algo indeseable, sino por el contrario, pensemos que se nos está dando la oportunidad de crecer, sacando fuerzas de nuestras flaquezas, pues al otro lado del camino nos espera el éxito, aún cuando a nuestro inconsciente le cueste asimilarlo
yolanda silva solano