Actualmente ya se ha demostrado científicamente que el sonido, las oraciones,
los sentimientos y los pensamientos tienen un efecto sobre la materia. Por tanto
y hablando del efecto que puede tener la música, podríamos comenzar por decir
que basta fijarse en el ambiente, en el efecto y la clase de personas que van a
un concierto de rock duro en comparación con las que van a
un concierto de música clásica o sacra.
Respecto a la buena música, hay que decir que la “música de fondo”, decisivamente
considerada como una perpetuación de la mediocridad, puede ser muy útil si es
debidamente utilizada. La música durante el trabajo es benéfica para mejorar
la eficacia de los trabajadores y también para calmar los nervios, tanto durante
el trabajo como después de él, en una especie de “reacción tardía”.
Sin embargo deben considerarse algunos criterios: la música debe ser suave y
concordante con la realidad acústica del lugar, las composiciones simples, familiares,
clásicas y sacras son las más efectivas. Ni jazz ni música disonante sin ritmo,
así como tampoco cierta música clásica contemporánea “pesada”, tal como
algunas óperas son aconsejables en este contexto. La música debe “flotar en
el aire sin interferir con los procesos razonadores”.
Naturalmente hay una gran diferencia entre la “música de fondo” y aquella que
puede ser escuchada conscientemente, nuestra habilidad para apreciar
la buena música surge del desarrollo interno.
En mi opinión, la música moderna es el reflejo de la inseguridad de la sociedad
actual. Al mismo tiempo, las limitaciones del estilo y forma impuestas por
seudocríticos y “expertos” pueden frenar la creatividad (aunque a veces
mantienen un cierto grado de inteligencia en la expresión). Hubo grandes
compositores que revolucionaron los esquemas musicales impuestos -Wagner,
Beethoven, Mozart, Bach, etc- ellos fueron criticados pero
también rotundamente admirados.
Cada uno es responsable de la música que escucha y del uso que hace de
sus talentos. De la misma manera que la “música de las esferas” sostiene la
armonía de la creación, así mismo la música hace su parte en el Alma
individual –como resultado de sus configuraciones- sosteniendo
la armonía de la creación humana.
Científicos han descubierto que el feto reacciona a la música con una alteración
en el promedio de sus latidos, hace años, cuando el doctor norteamericano
C. Olds colocó un auricular junto al vientre de una madre, el bebé
respondió inmediatamente, “como si quisiera bailar”.
Se ha notado también que diferentes clases de música causan diferentes
frecuencias en las pulsaciones y se ha podido pronosticar en parte la
personalidad del bebé tomando ésto como base.
Se está considerando la posibilidad de aplicar la música como tratamiento
en la preparación al parto, lo cual confirma el poder curativo de la música.
Las madres, por consiguiente, deberían elegir muy bien la clase de música
-así como otros factores- que rodean el ambiente en donde crecerá el niño.
Francisco Nieto Vidal
DANDO GRACIAS
A medida que caminamos por el sendero espiritual, nos damos cuenta de que nuestras
plegarias están cambiando. En otras épocas pensábamos, y así lo hacíamos, que era
apropiado pedirle a Dios cosas o regalos materiales así como espirituales. Gradualmente y
a través del tiempo hemos ido aprendiendo y creciendo y ahora le pedimos bastante menos.
Ahora estamos llenos de alabanzas y adoración por la belleza, la gloria y el Amor de Dios del
cual nos estamos haciendo conscientes. La alegría por la Comunión con Él, sabemos que
sobrepasa a cualquier súplica de favores y no deseamos usar lo Divino para cosas materiales.
En el libro de Max Heindel “El Velo del Destino” leemos: “Cuando ofrecemos acción de
gracias y plegarias nos ponemos en una posición favorable a la Ley de Atracción, y en un
estado adecuado para recibir un chaparrón del Espíritu de Luz y Amor que nos
acerca a nuestro adorado ideal.” Vemos la importancia, entonces, de ser verdaderamente agradecidos expresando nuestra
gratitud. Esta actitud hacia la sensibilidad nos abre el camino para un influjo más amplio
de Amor y Luz que nos guiará a lo largo del camino sobre el cual hemos puesto nuestros pies. Los peregrinos y padres fundadores fueron quizás más sabios de lo que ellos suponían
cuando destinaban un tiempo para dar gracias por las bendiciones recibidas. En
nuestras vidas personales nosotros también deberíamos estar alertas para dar gracias.
Como dijo San Pablo: “He aprendido que en cualquier estado en el que me
encuentre debo estar contento.” Cuando echamos una mirada retrospectiva al cerrar el día podemos encontrar razones
para estar agradecidos, no solamente por las cosas agradables que hemos vivido sino
también por aquellas que no hemos encontrado nada agradables. Con frecuencia a través
de los errores y defectos aprendemos las más importantes
lecciones que hacen un mayor crecimiento. El hábito de estar agradecidos por la acción de aquellos que son serviciales es
condición fundamental de una vida bondadosa. Realmente es un acto de consideración y
amor el comprender a otros. Si cultivamos el hábito de sensibilizarnos e interesarnos
por aquellos con quienes estamos en contacto será casi natural extender ese
sentimiento a Dios, a quien le debemos todo lo que tenemos. La inclusión diaria
de una acción de gracias en nuestra retrospección desarrollará esta valiosa
ayuda para nuestro crecimiento espiritual. Os invito a participar juntos del camino de ascenso hacia el Creador y conocer que como
nosotros, hay otras criaturas que se esfuerzan por dominar su parte animal y poder
entrar realmente en el reino humano-divino y lograr así la ansiada paz y libertad. En alas de la aspiración, con una comprensión profunda del privilegio de haber
despertado a la Luz, realicemos la obra fecunda del propio conocimiento para así,
conocer a los demás y ayudar al Cristo a liberarse de toda influencia perniciosa
en nuestro joven, pero no menos hermoso planeta Tierra.