UNA RECETA (para vivir mejor)
En una cacerola derrita la inercia, la amargura y el tedio.
Unte bien con mucha risa, especialmente sobre las propias tragedias.
En bol aparte, pele y corte en tiras la ansiedad y pique fino el egoísmo.
Ponga en remojo el yo hasta que se macere, pero cuide de no derretirlo enteramente.
El rencor (que es furia rancia) aplástelo contra una tabla, y troce el reproche y la envidia.
Tire a la basura el pellejo, la pereza para pensar, la vanidad de no cometer errores y la cobardía de no admitirlos.
Deje largo rato bajo la canilla, hasta que se vayan por la rejilla, el remordimiento por el pasado, la culpabilidad por el presente y el miedo por el futuro.
Amase todo con ternura, sin ahorrar algún gramo de locura.
No se preocupe si tarda en ablandarse; la impaciencia no es compatible con la ternura.
Sazone con la defensa de algún derecho propio y, sobre todo, ajeno.
Cocine al fuego lento de la pasión, pero vigile que no se queme.
Para decorar, use armonía con la existencia y distribuya en la fuente combinando imaginación y lucidez.
Deje reposar 2 horas (o 20 años) y sirva con mucho amor.