El cristiano tiene un primer compromiso, necesita superar la religiosidad fracturada y segmentada que nos caracteriza. Cuando manifestamos nuestros pensamientos y hacemos públicas nuestras ideas, solemos seguir criterios de conveniencia y oportunismo.
No se testimonia públicamente la fe que se profesa con suficiente firmeza. Además, las creencias y las prácticas caminan por rutas diferentes.
Cuando se vive en una comunidad parroquial con una práctica ritual de regular a mediana y unas actitudes marcadas por el egoísmo, la corrupción y la falta de solidaridad, significa que, algo está funcionando mal en nuestra vida de fe.
La exigencia apunta en otra dirección: justicia, compasión y amor fraterno son los rasgos de la religión pura y sin mancha a los ojos de Dios.