Conozco a gente que encuentra alegría en la vida porque la dedica al don de sí mismo. Pronuncia una palabra alentadora o realiza algún acto generoso que transforma el día de quien lo recibe.
Ese don es divino en su carácter. Yo también puedo dar realmente de mí cuando doy desde la sacralidad de mi ser. Pronunciando palabras de verdad y compartiendo mi gozo, brindo aliento a quienes parecen deprimidos.
Tengo palabras de apreciación sinceras y significativas para otros. Afirmo palabras de vida y fuerza a quienes necesitan curación. Doy expresión al espíritu de Dios en el pensamiento, la palabra y la acción. Al dar de mi verdadero yo, de mi divina naturaleza interior, enriquezco notablemente mi vida.
Encuentro alegría dando, porque doy desde el espíritu de Dios que está dentro de mí.