Los kabbalistas nos enseñan que para conectarnos con la Luz del Creador
necesitamos ser como el Creador. Lo similar atrae a lo similar.
Puesto que el Creador da amor y comparte incondicionalmente,
convertirse en un ser que ama y comparte es una herramienta
para conectarnos con el Creador.
¿Pero qué significa realmente convertirse en un ser que ama y comparte?
Muchas personas piensan que un simple acto de compartir es
suficiente, pero no es el caso. Compartir espiritualmente significa que
hemos renunciado a algo. De aquí viene la frase: "comparte hasta que
te duela". Compartir también implica que nos importa tanto que no
sentimos que se nos debe algo a cambio. En otras palabras, para
compartir realmente como la Luz, esto debe hacerse de forma
incondicional, sin ningún interés personal de nuestra parte.
Me gustaría compartir contigo la historia de Rav Aharón de Carlin,
quien un día olió el aroma del Jardín del Edén mientras pasaba por una
casa. Aquella fragancia era tan fuerte que tuvo que entrar en aquella
casa y descubrir de dónde procedía aquel olor tan increíble. Su nariz
le guió directamente a una habitación donde vio la vestimenta de un
payaso. Le preguntó a su propietario sobre esas ropas y el
dueño le contó la siguiente historia:
"Muchas veces intento recolectar dinero para los necesitados.
Cuando una persona pobre acude a mí, yo salgo por la ciudad e
intento recolectar todo lo que puedo para ella. Una noche, un
hombre vino para pedirme dinero y como era habitual salí a recolectarlo,
pero por algún motivo aquella noche en particular nadie me ofreció ni un centavo.
Al regresar a casa, otra persona vino y me rogó que lo hiciera
por ella también, así que volví a salir y volví a fracasar. Un poco más
tarde, otra persona acudió a mí para pedirme ayuda y esta vez
pude al menos recolectar la cantidad que esa persona pedía.
Se la di y caí rendido en la cama, exhausto y dispuesto a dormir.
De repente, alguien llamó a la puerta. Era un hombre extremadamente
pobre. Yo quería ayudarle, pero estaba muy cansado y ya había
pedido a todo el mundo que conocía. Él siguió suplicándome hasta
que finalmente se me ocurrió una idea. Había un hombre rico en la
ciudad que odiaba dar donativos, pero pensé que quizá por
esta vez la Luz le impulsaría a hacerlo.
Fui a buscar a aquel hombre rico y le encontré en una taberna,
borracho. Cuando le conté lo que sucedía, me recordó que él nunca
daba donativos. Pero luego añadió: "Aunque como estoy en un estado
de ánimo tan bueno ahora mismo, si haces algo por mí haré una
excepción por esta vez. Todo lo que quiero es que te pongas esta
vestimenta de payaso y te pasees por la ciudad". El hombre rico
se rió a carcajadas. Pensaba que nadie sería capaz de hacer algo
así, puesto que sería humillado y ridiculizado.
Pero pensé: "Si no lo haces, habrá un hombre pobre que se quedará
sin nada". Así pues, me vestí con el disfraz de payaso. Por supuesto,
se rieron de mí, me escupieron y me ridiculizaron. Pero gracias a
Dios conseguí el dinero para aquel hombre que lo necesitaba.
Al escuchar esta historia, Rav Aharón le dijo al propietario de
la casa: "Si te entierran con esta vestimenta
de payaso, tu alma irá directa al Cielo".
La lección aquí es que la bendición no vino del hombre sólo
porque había compartido. ¡Es hasta dónde fue capaz de llegar para
compartir! Fue tan lejos de su zona de confort porque le
importaba mucho, y lo hizo por un completo desconocido.
Esta semana, intenta compartir hasta que te duela. No tenemos
que llegar al nivel del hombre de este relato de forma que nos escupan
y nos ridiculicen, pero al menos debemos querer alcanzar ese nivel.
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