DOCUMENTO 131
LAS RELIGIONES DEL MUNDO
DURANTE la estadía de Jesús, Gonod y Ganid en Alejandría, el joven pasó buena parte de su tiempo y gastó no poco dinero de la fortuna de su padre recopilando las enseñanzas de las religiones del mundo sobre Dios y sus relaciones con el hombre mortal. Ganid empleó más de tres veintenas de traductores eruditos en la redacción de este resumen de las doctrinas religiosas del mundo relativas a las deidades. Debe aclararse que en este escrito todas estas enseñanzas que describen el monoteísmo provenían en gran medida, directa o indirectamente, de la predicación de los misioneros de Maquiventa Melquisedek, quienes partieron de su sede en Salem para divulgar la doctrina de un Dios único —el Altísimo— hasta los confines de la tierra.
Presentamos aquí un resumen del manuscrito de Ganid, que preparó en Alejandría y en Roma, y que fue preservado en la India por centenares de años después de su muerte. Organizó este material bajo los diez epígrafes siguientes:
1. CINISMO
Los residuos de las enseñanzas de los discípulos de Melquisedek, con excepción de las que sobrevivieron en la religión judía, se preservaron de la mejor manera en las doctrinas de los cínicos. La selección de Ganid abarca lo siguiente:
«Dios es supremo; es el Altísimo del cielo y de la tierra. Dios es el círculo perfeccionado de la eternidad, y rige el universo de los universos. Él es el único hacedor de los cielos y de la tierra. Cuando decreta una cosa, esa cosa es. Nuestro Dios es un Dios único, y es compasivo y misericordioso. Todo lo que es elevado, santo, verdadero y bello es semejante a nuestro Dios. El Altísimo es la luz del cielo y de la tierra; él es el Dios del este, el oeste, el norte y el sur.
«Aun si la tierra hubiera de perecer, la faz resplandeciente del Supremo permanecería en majestad y gloria. El Altísimo es el primero y el último, el principio y el fin de todo. No hay sino un solo Dios y su nombre es la Verdad. Dios es autoexistente, y carece de toda ira y enemistad; es inmortal e infinito. Nuestro Dios es omnipotente y generoso. Si bien tiene muchas manifestaciones, adoramos solamente a Dios mismo. Dios lo sabe todo: nuestros secretos y nuestras proclamaciones; conoce también lo que cada uno de nosotros merece. Su poder es igual a todas las cosas.
«Dios es un dador de paz y protector fiel de todos los que le temen y en él confían. Da salvación a todos los que le sirven. Toda la creación existe en el poder del Altísimo. Su amor divino surge de la santidad de su poder, y el afecto nace de la fuerza de su grandeza. El Altísimo ha decretado la unión del cuerpo y el alma y ha dotado al hombre de su propio espíritu. Lo que el hombre hace debe llegar a un fin, pero lo que el Creador hace continúa para siempre. Obtenemos el conocimiento de la experiencia del hombre, pero derivamos la sabiduría de la contemplación del Altísimo.
«Dios derrama la lluvia sobre la tierra, hace que el sol brille sobre el grano maduro y nos da la abundante cosecha de cosas buenas de la vida, y la salvación eterna en el mundo que viene. Nuestro Dios ejerce gran autoridad; su nombre es Excelente, su naturaleza, insondable. Cuando estás enfermo es el Altísimo quien te sana. Dios está lleno de bondad hacia todos los hombres; no tenemos mejor amigo que el Altísimo. Su misericordia llena todo sitio y su bondad abarca todas las almas. El Altísimo es inmutable; él es el que nos ayuda en todo momento de necesidad. Dondequiera que dirijamos nuestra mirada al orar, he allí la faz del Altísimo y el oído atento de nuestro Dios. Puedes esconderte de los hombres, pero no de Dios. Dios no está lejos de nosotros; él es omnipresente. Dios llena todos los lugares y vive en el corazón del hombre que teme su santo nombre. La creación está en el Creador y el Creador en su creación. Buscamos al Altísimo y luego lo encontramos en nuestro corazón. Vas en pos de un amigo querido, y luego lo descubres dentro de tu alma.
«El hombre que conoce a Dios considera a todos los hombres como sus iguales; ellos son sus hermanos. Los que son egoístas, los que ignoran a sus hermanos en la carne, sólo tienen cansancio por recompensa. Los que aman a sus semejantes y los que tienen un corazón limpio verán a Dios. Dios nunca olvida la sinceridad. Él guiará a los de corazón sincero a la verdad, porque Dios es verdad.
«En vuestras vidas destruid el error y venced el mal por el amor de la verdad viviente. En todas vuestras relaciones con los hombres haced bien por mal. El Señor Dios es misericordioso y amante; es indulgente. Amemos a Dios, porque él nos amó primero. Por el amor de Dios y por su misericordia seremos salvados. Los ricos y los pobres son hermanos. Dios es su Padre. El mal que no querras que te hagan, no lo hagas a otros.
«En todo momento invoca su nombre, y según creerás en su nombre, así tu oración será oída. ¡Qué gran honor es adorar al Altísimo! Todos los mundos y todos los universos adoran al Altísimo. Y con todas tus oraciones da las gracias —asciende para adorar. El culto piadoso rehuye del mal y prohibe el pecado. En todo momento, alabemos el nombre del Altísimo. El hombre que se abriga en el Altísimo oculta sus defectos del universo. Cuando compareces ante Dios con el corazón limpio, nada temes en toda la creación. El Altísimo es como un padre y una madre amantes; realmente nos ama a nosotros, sus hijos en la tierra. Nuestro Dios nos perdonará y guiará nuestros pasos por los caminos de salvación. Nos tomará de la mano y nos conducirá a su presencia. Dios salva a los que en él confían; no compele al hombre a servir su nombre.
«Si la fe del Altísimo ha penetrado en tu corazón entonces morarás libre de temor todos los días de tu vida. No te inquietes a causa de la prosperidad de los impíos; no temas a los que traman maldades; aparta el alma del pecado y pon toda tu confianza en el Dios de la salvación. El alma cansada del mortal errante encuentra descanso eterno en los brazos del Altísimo; el hombre sabio anhela el abrazo divino; el hijo de la tierra anhela la seguridad de los brazos del Padre Universal. El hombre noble busca ese elevado estado en el cual el alma del mortal se mezcla con el espíritu del Supremo. Dios es justo: el fruto que no recibamos de nuestra siembra en este mundo lo recibiremos en el venidero». 1443