Una pregunta nos ha sido formulada recientemente como sigue: "Habla usted mucho acerca de servicio,
¿pero qué significa esto en concreto...? Muchos hay dentro de la Fraternidad que aseguran que gustan de
servir, pero no hacen más que aquello que les gusta hacer. "¿Es esto servicio?"
Nos hemos decidido a dedicar la carta mensual a este asunto porque parece que la pregunta ofrece ocasión
para una meditación provechosa, y un análisis de la materia puede beneficiarnos a todos
Es evidente que la mayoría de la gente de todo el mundo no quiere servir más que cuando "se lucra en algo
por sus actos". Buscan un provecho material y esta es la manera más prudente con la que los poderes ocultos
les espolean a la acción, ya que así evolucionan inconscientemente hacia el estado del desarrollo de alma en
que servirán por el amor de servir. Pero no puede esperarse de ellos que cambien de la noche a la mañana;
las transformaciones súbitas no existen en la naturaleza. Cuando se rompe la cáscara del huevo y un
polluelo sale de ella, o cuando el capullo estalla y la mariposa inicia su vuelo por entre las flores, sabemos
muy bien que la magia no lo ha hecho así en un momento. Ha habido previamente un proceso de
preparación interno antes del cambio externo. Un parecido proceso de desarrollo interno se requiere para
transformar a los adoradores de Mamón, el dios de la Codicia, en sirvientes y fieles del Amor.
Si queremos agrandar un edificio, todo lo que necesitamos hacer es acarrear los materiales y ladrillos
necesarios al lugar de la acción, impulsar la fuerza de los trabajadores y ya está. El edificio comienza a
agrandarse, paso a paso, a las dimensiones que deseemos y a la velocidad que requiramos, dependiendo
todo de nuestra habilidad en facilitar el trabajo y el material. Pero si queremos aumentar el tamaño de un
árbol o de un animal, no podemos conseguir este propósito clavando maderos al tronco del árbol o
colocando pieles y carne sobre la espalda del animal. El edificio debe su desarrollo a acrecentamiento
exteriores, mientras que todas las cosas vivientes tienen su desarrollo en el interior y no puede apresurarse
hasta una extensión apreciable, sin peligro de complicaciones. Lo mismo ocurre con el desarrollo espiritual;
procede del interior y necesita su tiempo. No es de esperar que los individuos que acaban de sentir la
llamada interior que les impele a una asociación altruista renuncien en un abrir y cerrar de ojos a su egoísmo
y a todos los vicios, y florezcan inmediatamente y se desarrollen hasta la estatura de Cristo. A lo más
nosotros somos un poco mejores de lo que éramos, a no ser por el hecho de que estamos afanándonos y
esforzándonos en seguir "Sus pasos." Pero en esto estriba toda la diferencia, pues estamos procurando servir
como Él sirvió.
De ser éste el motivo, de ningún modo desmerece el servicio del músico que nos deleita durante nuestros
oficios el hecho de que le guste la música. Tampoco es menor el servicio que nos presta el orador que nos
inflama de celo en el trabajo del Maestro porque guste de revestir sus ideas con el brillante ropaje de la
poesía y de las bellas palabras. Tampoco es menos atractivo el vestíbulo porque el miembro que lo barrió,
que sacudió el polvo y que lo decoró guste de tener siempre limpias y bellas las cosas que le rodean. Cada
uno puede, efectivamente, servir con mucha mayor ventaja si la línea de sus servicios es paralela a la de sus
inclinaciones y habilidades personales y naturales, y es forzoso animarnos los unos a los otros para buscar
oportunidades de servir en la dirección que cada uno se sienta más inclinado.
No significa mérito especial alguno el buscar el servicio en algo que pueda ser desagradable para nosotros.
Sería, sin duda, un error si el músico dijese al encargado de la limpieza: "No me gusta fregar los suelos y
limpiar las paredes y sé también que tú tiemblas ante el sólo pensamiento de tener que tocar el piano, puesto
que lo ignoras en absoluto, pero cambiemos nuestros oficios en gracia del servicio." Por otra parte, si no
hubiese nadie que pudiera tocar el piano, constituiría un deber para el encargado de la limpieza el probarlo,
dejando a un lado su incapacidad y hacerlo lo mejor que le fuera posible. Si se necesitase barrer los suelos y
limpiar el polvo de las sillas, el orador y el músico deberían prestarse gustosos a estos trabajos sin
importárseles su personal desagrado. Nada es servil. El mismo principio puede aplicarse en el hogar, en la
tienda y en el despacho. El servicio puede definirse como el uso mejor que podamos dar a nuestros talentos
y disposiciones: La puesta de nuestros talentos al mejor uso en todos los casos de necesidad inmediata,
dejando a un lado si el hacerlo nos gusta o no.
Si nos esforzamos en obrar de este modo, nuestro desarrollo del alma aumentará en armonía con ello.