"En las iglesias y en los templos se tiene la costumbre de encender velas, de quemar incienso. ¿Por qué? Porque la vela y el incienso que queman, son el símbolo del sacrificio, es decir, la transformación de una materia bruta en una materia más sutil: luz, perfume. Esta luz, este perfume que acompañan las oraciones de los fieles, ascendiendo hacia el Señor, representan lo que deben quemar en ellos mismos para ser escuchados.
Ninguno de los actos que el hombre realiza en su vida lo hace por casualidad, incluso los que parecen insignificantes contienen un sentido profundo. Así pues, cada vez que enciendes una vela o un fuego, debes ser alcanzados por la profundidad de este fenómeno que es el sacrificio, y pensar que para tener acceso a los planos superiores del alma y del espíritu, es necesario quemar siempre algo en uno mismo.
¡Hay tantas cosas acumuladas en el interior de nosotros y que podemos quemar! Todas las impurezas, todas las tendencias egoístas, pasionales, he ahí la materia que debemos quemar para producir una luz que no nos abandonará nunca."
Omraam Mikhaël Aïvanhov |