El mundo de la humanidad nunca deja el ámbito de las contradicciones relativas. Cuando perseguimos riquezas
estamos oscurecidos por la pobreza. Cuando alguien es un ganador, algún otro es un perdedor. No hay placer
sin dolor, no hay belleza sin fealdad, no hay alegría sin tristeza. Tenemos que separarnos de aquellos que amamos,
y la vida es simplemente lo inverso de la muerte. En este mundo humano, todo lo que pensamos y todo lo que
hacemos está lleno de contradicciones, y nuestra angustia no tiene escape.
La otra mañana vi a una chica de cuatro años
preguntarle a su madre: “¿Por qué vine al
mundo? ¿Para ir al jardín de infancia?”
Naturalmente, su madre no pudo decir con
honestidad: “Sí, es cierto, así que ve”. Y sin
embargo, podría decirse hoy en día que la gente
realmente nace para ir al jardín de infancia.
A lo largo de su escolaridad, la gente estudia
diligentemente para aprender porqué nacieron.
Estudiantes y filósofos, incluso a costa de
arruinar sus vidas en el intento, dicen que se
sentirían satisfechos si sólo entendiesen esto.
En el origen, los seres humanos no tenían
ningún propósito. Ahora, soñando en uno y otro
propósito luchan esforzadamente tratando de
encontrar el significado de la vida.
Es un combate con un solo luchador. No hay
ningún propósito en el que se deba pensar o que
deba ir a buscarse. Harías bien en preguntar a
los niños si tiene o no significado una vida sin
propósitos.
Desde el momento en que accede al jardín de
infancia, empieza la tristeza de la gente. El ser
humano era una criatura feliz, pero creó un
mundo difícil y ahora lucha intentando liberarse
de él.